Freddie es un joven asocial, apocado y pulcro que está enamorado de Miranda, una estudiante de Bellas Artes vital, elegante, atractiva y sociable y que está totalmente fuera de su alcance.

Freddy tiene un hobby un poco cruel: le gusta coleccionar mariposas, atraverlas el cuerpo con una aguja, y colocarlas en vitrinas. Le gusta la sensación de poseer belleza inmóvil, disfrutando de ella siempre que quiera.

Cuando Freddy recibe en herencia una casa de campo, decide secuestrar a Miranda y encerrarla en el sótano. Para él Miranda ya no es una chica, es otra hermosa mariposa; y por tanto, debe ser cazada y conservada para poder contemplarla.

¿Qué hay de malo en ello?

Normalmente, en películas sobre secuestros a muchachas, el público empatiza con el miedo y la angustia de la pobre chica retenida mientras desprecia la crueldad y sangre fría de su captor. Sin embargo, el gran Wyler consigue que el espectador se conmueva no solo por Miranda, cosa evidente; si no también por su carcelero.

Miranda está atrapada con un hombre claramente perturbado, que a pesar de que en todo momento la respeta y colma de atenciones, la tiene retenida contra su voluntad. Freddie por su parte, solo quiere que le quiera.

Sentimos hasta lástima por él cada vez que escucha fascinado a Miranda hablar sobre los lugares que él jamás ha visitado, los cuadros que nunca ha contemplado o las novelas que nunca ha leido. A cambio de su devoción ella devuelve desprecio. La víctima se siente superior a su agresor.

En un sótano axfisiante se van cruzando la debilidad y el coraje de los dos personales: él nunca la dejará marchar y ella nunca será suya; y ambos lo saben. Gran thriller psicológico que a mi juicio ha estado siempre muy infravalorado. Fabuloso guión e interpretaciones de los casi dos únicos personajes de la película.

LO MEJOR: El psicópata que crea Terence Stamp no tiene nada que envidiar a Norman Bates o a Annie Wilkies
LO PEOR: La escena de la bañera