La política, la violencia, los negocios sucios, el juego, los devaneos, las zancadillas y un fino hilo de plata que los engarza para que todo parezca unido.
Como la vida misma, la película que dirige S. Heisler resulta sinuosa, por momentos inquieta el ánimo, altera las convicciones y pone un punto de suspense entre las cortinas de humo de un argumento algo confuso, deslavazado y, a veces, forzado aunque siempre mantiene el pulso de la intriga.

Las deudas hay que pagarlas.
La amistad implica lealtad.
Cada disyuntiva exige una elección.
La opción preferida siempre conlleva un riesgo.

Lo único que no se sabe con certeza es si la llave de cristal sirve para abrir la puerta adecuada.