La tristeza y la frustración empapan el celuloide con ese aliento húmedo y viscoso que oscurece la voluntad, enturbia el buen criterio y amordaza los sentimientos.
D. Mann realiza un ejercicio cinematográfico de altura trenzando los mimbres de la decepción como argumento y la pericia de gran cineasta puesta al servicio de una película sobria pero elocuente, rotunda, vitalista y cautivadora.

La interpretación de E. Borgnine responde a un rico cromatismo psicológico y la réplica de B. Blair se instala en los lindes de la ternura para componer una trama romántica intensa y muy profunda.

Para pensar.