Película de descubrimientos e inicios, del primer (des) amor, la primera traición y el despertar de una adolescencia que se rebela a todo y frente a todos. Con esta premisa hemos visto ya cientos de pelis, lo que me lleva a darle la notaca que le doy es la manera en que su director maneja estos instrumentos básicos para componer una obra simple, compleja en su sencillez y realmente preciosa. Es imposible no sentirse identificado en algún momento con el maravilloso actor protagonista, el niño de Descubriendo Nunca Jamás, los minimoys, las crónicas de Spiderwick y el Charlie de la fábrica de Burton, un actor solventísimo capaz de emocionar y sacar lo mejor de cada uno. En el lado opuesto se encuentra esa actriz mona que me fastidió un poco Scream 4, sobrina de la Roberts, en un papel bastante odiosejo pero igualmente estupendo. Pero si hasta la señora de Tom Hanks está de escándalo... Por todo esto, porque a pesar de venir vendida como indie tiene poco de indie y mucho de sincero y porque me hizo sentir muy vivo, muy viejo y muy sabio le pongo ese 10 que seguramente pocos compartan. Pero en una época en la que todo nos trae malos rollos y los recortes del Manostijeras de los viernes nos arruinan el fin de semana, El arte de pasar de todo me ha hecho precisamente eso, alentar a pasar un poco de todo y tener muchas ganas de cosas buenas. Porque como dice la niña mona, la vida es muy larga... y esto no acaba aquí.
Lo mejor: Su sencillez y honestidad.
Lo peor: Quizás es un poco frívolo hablar de forma sencilla y honesta de algo nimio. Pero a mí me sigue pareciendo encantador.