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Voto de Revista Contraste:
1
Ciencia ficción. Acción. Thriller En la traicionera frontera de la ciudad de Samurai Town, un ladrón de bancos sin escrúpulos (Nicolas Cage) es liberado de la cárcel por un pudiente señor de la guerra conocido como The Governor (Bill Moseley) para que encuentre a Bernice (Sofia Boutella), su nieta adoptiva, que desaparecido sin dejar rastro. Para garantizar que cumpla su palabra, el ladrón es obligado a llevar puesto un traje de cuero que se autodestruirá en un periodo ... [+]
28 de enero de 2022
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La fantasía, la imaginación o la originalidad siempre tienen la mayor de mis simpatías. Pero aplicadas sin orden ni concierto al libreto de una película suelen provocar un efecto nada positivo, que va del hastío a la intranquilidad de estar ante una tremenda pérdida de tiempo. La sensación aumenta cuando percibimos, conforme avanza el relato, que en realidad la supuesta originalidad no es sino un refrito incongruente de spaghetti western, saga Mad Max o teatro kabuki.

Sion Sono, su director, llevó su fama más allá de Japón gracias a la violencia desinhibida, el colorido brillante y el anclaje de sus relatos en los poemas que escribía desde sus comienzos como polifacético artista. Su alianza con Nicolas Cage en Prisioneros de Ghostland no ha resultado tan eficaz como supongo que pretendían, no pudiendo culpar de ello al errático actor norteamericano (acusado habitual e injustamente de torpedear sus propios trabajos).

La historia de un ladrón parcialmente honrado, de un señor de la guerra cruel y despótico y la lucha por resistir del enigmático poblado de supervivientes podría haber funcionado si el guion hubiese potenciado con un poco más de empuje inteligente alguno de sus curiosos aspectos. Porque, incomprensiblemente, este film adolece de una exasperante tibieza. Es decir, podría haber sido mucho más violento (Cage y compañía nos tienen acostumbrados a mucha más sangre), más procaz, más explícito en lo sexual (de lo que me alegro por respeto a los actores) o más comprometido en sus denuncias. En definitiva, el desvarío de una cinta que no sabe a dónde va, ni siquiera tiene suficientes excesos transgresores que oculten sus carencias narrativas.

Como con algo hay que subsistir cuando se visiona un producto de este estilo, podemos descubrir algunos elementos positivos. Por un lado, la sinceridad y fe en el proyecto que parecen tener sus realizadores, desde el director y los guionistas a los actores y la dirección artística. Y por otro, los aciertos visuales que irrumpen de vez en cuando y alegran la vista del espectador, como los que frenan el tiempo o el colorido contraste del asalto al banco. Lástima que todo ello no lleve a ningún destino concreto o al menos reconocible.

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