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Voto de Revista Contraste:
6
Drama Un gran vertedero de la capital de Nicaragua, siempre cubierto de niebla, es el hogar de María, una niña especial y con mucha imaginación. Vive con Lilibeth, su madre, y unos cuantos perros y sus cachorros que están a punto de ser vendidos. Cuando María los envenena accidentalmente, Lilibeth toma la difícil decisión de abandonarla en una planta de reciclaje, donde es obligada a trabajar junto a otros niños.
24 de abril de 2023
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Todo comienza en un vertedero donde solo se ve una camioneta que circula y arroja aún más basura entre las montañas de escombros. De repente, se encuadran estas como si del horizonte se tratara y tras ellas se levantan un grupo de niños, entre los que se encuentra María (Aracely Alejandra Medal). Con esa escena, Laura Baumeister de Montis arranca su ópera prima, ofreciendo el entorno de la protagonista y, al mismo tiempo, la naturaleza sucia de su supervivencia en él.

La hija de todas las rabias es una historia de separación entre una hija y una madre que guarda en su contexto varias capas de lectura y una sutil crítica político-social. La directora construye esa atmósfera desesperanzadora desde la fotografía desgastada de Teresa Kuhn, como apagada por la hostilidad, la incertidumbre y la pobreza del ambiente, y acompañándose de una contundente música amenazante compuesta por Para One (Jean-Baptiste de Laubier) y Arthur Simonini

En este relato visceral, lo político es inseparable del hilo central, pero no se muestra invasivo en su relación con el punto de vista de María; todo lo contrario, lo complementa. De todas maneras, es cierto que el film, en su cruce de conflictos y personajes, se estanca sin mucha profundidad a medida que avanza para, finalmente, resarcirse en el tercer acto.

Tal como Lilibeth (Virginia Sevilla) le dice a su hija, si uno quiere algo tiene que pelear por ello. Así María, en su terquedad, deviene ante todo una luchadora. Asimismo, su percepción y los mitos narrados por su progenitora aportan un realismo mágico en el que la niña sueña, sufre pesadillas, encuentra la calma y, pese a haber rehuido el contacto físico, consigue dejarse abrazar. Ese onirismo ayuda a reforzar, sin frivolizar el conflicto de fondo, el vínculo maternofilial y a acentuar la necesidad de seguir adelante y pelear por aquello que una quiere.

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Revista Contraste
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