Y es que simplemente las palabras no pueden expresar el torrente de sentimientos que provoca esta maravilla. Veré su final un millón de veces y seguiré con los pelos de punta, temblando, llorando... sintiendo una infinidad de sensaciones y cruzando muchos pensamientos. Es una serie que te cala hasta lo más profundo, se te incrusta y se te queda para siempre. Los personajes son lo más maravilloso que ha podido existir. Porque los quieres, los odias, a veces te saturan, a veces los abrazarías, a veces te identificas con ellos... o te producen desprecio... una infinidad de aristas emocionales que a lo largo de cinco temporadas te hacen sentir y vivir algo indescriptible. Encontrar a esta serie, y a los Fisher, ha sido una de las mejores cosas que me han pasado en la vida. Gracias Alan Ball, gracias. En su final se condensa un clímax que jamás pensé vivir con un producto audiovisual. No hay palabras, simplemente, gracias.