Juzgar un producto inconcluso siempre es difícil. Debes imaginar que es lo que falta y rehacer una escala de valores para puntuar lo que existe más lo que se intuye.
En este caso, lo que se intuye es casi lo que se ve, es decir, que podría mejorar algo, pero poco.
Tarantino pone más ganas que calidad en este primer intento de largometraje. Se nota una mano muy amateur, un guión flojillo de ideas dispersas y situaciones inconexas más que algo sólido, un montaje más por intuición que por búsqueda de ritmo y coordinación (vamos, una mierda de montaje que se entiende a duras penas, de hecho, creo que ni está acabada de montar, pues ni presenta créditos iniciales y parecen más bien empalmes) y deja entrever, eso sí, su sello de fábrica, los diálogos locuaces y atractivos (aquí aun en desarrollo, pero apunta maneras) y su gran gusto musical.
Hace gala de referencias cinéfilas en plan Clerks, hablando sobre Marlon Brando, Brian de Palma o Elvis. E incluso ya se sincera confesando su fetiche por los pies. Pero el producto final deja bastante que desear. Que no se le puede reprochar nada, es un producto entre amigos, hecho con ganas y nadie nace aprendiendo, pero queda más como una curiosa aportación sobre los orígenes de un director que como una película en sí.
Lo del incendio al final le vendrá bien y todo. Le crea un aura de misterio, jugando al que vendría después y como acabaría la cosa, aunque en el fondo sepamos que la cosa no acabaría bien. Entendiedo por bien el buen cine, claro.
Un boceto, ensayo filmado, y poco más.
Para curiosos y gente que explore la trayectoria de Tarantino.