Naturalmente, al ser una película de un minúsculo país balcánico, uno espera que para llegar a las pantallas españolas haya tenido que pasar por una criba de calidad. Pues va a ser que no.

Juega a ser comedia y juega a ser tragedia sin llegar a ser del todo convincente en ninguno de los dos registros. Tiene un punto de partida original, que hace presagiar lo mejor -un hombre cuyo trabajo es leer discursos funerales- pero la película va naufragando lentamente, tomando otro cariz incomprensible mientras tratamos de devanarnos los sesos intentando averiguar qué es lo que quiere decirnos el autor con esta película.

No es completamente fallida: tiene un arranque prometedor, escenas surreales dignas de mejor causa, tiene una fotografía bellísima, dos o tres reflexiones interesantes y un final muy bueno. Pero en medio... tiene serios problemas de ritmo, de vaivenes inexplicables en la trama, y si pretende ser realista, exagera mucho, pero no lo suficiente como para ser un sano ejercicio de surrealismo balcánico. Si usted tiene curiosidad por conocer el cine esloveno y le agrada hablar de cosas pomposas con conocimiento de causa, acérquese a verla. Si por el contrario busca o bien puro divertimento, o algo con más sustancia, esta es una película que ni fu ni fa.