Una muy notable película. Tras la cortina de un argumento disparatado basado en un anciano que cree ser millonario, “Nebraska” nos presenta una historia compleja y desgarradoramente humana. El título sirve para situar geográficamente la acción, y lo cierto es que el film tiene un componente importante de retrato social y de construcción de ambientes. Sin embargo, los temas que se abordan son universales. Cualquier ser humano que vea la película, en cualquier lugar del planeta, podría empatizar con las miserias de los personajes.

Bruce Dern está inmenso en la construcción del protagonista, un hombre ya senil, en proceso de demencia, que vive con tozudez casi infantil la obtención de un premio que, por otra parte, tampoco parece producirle ya una especial ilusión. El absurdo viaje en busca de su millón de dólares es la materialización de un declive físico y mental. Payne nos hace contrastar este ocaso patético con el personaje del hijo, para el cual este viaje tiene mucho de iniciático. La experiencia servirá como reencuentro con la figura de su padre. En este ambiente, la utilización del blanco y negro y de la iluminación resulta un recurso estilístico nada gratuito.

En cualquier caso, Payne nos transmite estas ideas en un formato muy digerible, con constantes toques de ironía y sarcasmo. Para ello se vale de unos secundarios de lujo y de unas situaciones cómicas muy bien engarzadas en el guión. Con ello, y a pesar del trasfondo trágico de la historia, el mensaje final es positivo, en especial en cuanto a la ilimitada capacidad del ser humano para reírse de sí mismo y disfrutar de las pequeñas cosas.