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Terror. Thriller
La infancia de Lawrence Talbot se acabó bruscamente la noche en que murió su madre. Abandonó entonces su pueblo (Blackmoor), pero tardó muchos años en recuperarse y olvidar. Un día, Gwen Conliffe, la prometida de su hermano le pide que le ayude a buscarlo, pues ha desaparecido. Talbot regresa entonces a casa y se entera de que un ser brutal y sediento de sangre ha matado a muchos campesinos. Pronto descubre que existe una antigua ... [+]
15 de febrero de 2010
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hombre lobo, ese monstruo que tantas alegrías -y sustos- le dio antaño a la industria cinematográfica, parecía no obstante hallarse en un estado de profunda hibernación con respecto al gran boom que están conociendo actualmente las películas del género fantástico. En una época en la que zombis, vampiros, alienígenas, brujas, fantasmas y demás seres espeluznantes se reparten la amplísima parte de los ingresos en taquilla, había una criatura que hasta ahora, joint ventures vampirescas aparte, no estaba invitada a la fiesta. Pero después de numerosos retrasos (¿se habrá esperado quizás a que las ñoñerías chupa-sangre de Stephenie Meyer recordaran al público más impresionable que el exceso de bello también puede ser atractivo?), he aquí por fin un remake que por las tendencias ya comentadas, pedía a gritos ser (re)hecho.
“El hombre es un lobo para el hombre.” Literalmente. Reinterpretando a lo bestia los cimientos de la filosofía, hay que respetar la leyenda licántropa por dos razones. La primera, su completa implantación en el imaginario colectivo... ¿quién a estas alturas no sabe que las balas de plata son la mejor manera de torpedear el temor a la luna llena y las mordeduras? La segunda, el que una maldición folklórica hable de forma tan ilustrativa y aterradora sobre la dualidad del ser humano. Del clásico conflicto entre el hombre y la bestia, se derivan a través de las diversas revisiones del mito, otras tensiones como el racionalismo contra la superstición, lo conocido contra lo desconocido, lo cercano contra lo extranjero...
Este carácter dicotómico acaba apoderándose también del último trabajo de Joe Johnston -claro exponente de director “mercenario”-, convirtiéndose el filme en una emulación al personaje al que rinde tributo. En la cara amable encontramos los incontables guiños tanto al clásico fundacional de George Waggner (la advertencia de los peligros de la luna de otoño, el campamento gitano, la tienda de antigüedades, el bastón con la inconfundible empuñadura...) como a la caída en el olvido ‘El lobo humano’ de Stuart Walker (sí, aunque cueste de creer, había vida antes de Bela Lugosi). A rescatar también los tímidos signos distintivos, que en momentos como el del manicomio sirven no sólo para desmarcarse de los antecedentes temáticos, sino también para recordarnos eventualmente que los efectos especiales de la vieja escuela y los tensos dramas familiares han sido remplazados respectivamente por la fiebre digitalizadora y los placeres enfermizos del torture porn y el gore light. Bienvenido al siglo XXI, Sr. Talbot.
“El hombre es un lobo para el hombre.” Literalmente. Reinterpretando a lo bestia los cimientos de la filosofía, hay que respetar la leyenda licántropa por dos razones. La primera, su completa implantación en el imaginario colectivo... ¿quién a estas alturas no sabe que las balas de plata son la mejor manera de torpedear el temor a la luna llena y las mordeduras? La segunda, el que una maldición folklórica hable de forma tan ilustrativa y aterradora sobre la dualidad del ser humano. Del clásico conflicto entre el hombre y la bestia, se derivan a través de las diversas revisiones del mito, otras tensiones como el racionalismo contra la superstición, lo conocido contra lo desconocido, lo cercano contra lo extranjero...
Este carácter dicotómico acaba apoderándose también del último trabajo de Joe Johnston -claro exponente de director “mercenario”-, convirtiéndose el filme en una emulación al personaje al que rinde tributo. En la cara amable encontramos los incontables guiños tanto al clásico fundacional de George Waggner (la advertencia de los peligros de la luna de otoño, el campamento gitano, la tienda de antigüedades, el bastón con la inconfundible empuñadura...) como a la caída en el olvido ‘El lobo humano’ de Stuart Walker (sí, aunque cueste de creer, había vida antes de Bela Lugosi). A rescatar también los tímidos signos distintivos, que en momentos como el del manicomio sirven no sólo para desmarcarse de los antecedentes temáticos, sino también para recordarnos eventualmente que los efectos especiales de la vieja escuela y los tensos dramas familiares han sido remplazados respectivamente por la fiebre digitalizadora y los placeres enfermizos del torture porn y el gore light. Bienvenido al siglo XXI, Sr. Talbot.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
En la otra cara de la moneda, sorprende que en el plano interpretativo sólo se muestre profesionalidad por parte de los secundarios. A las multi-premiadas estrellas desde luego la historia les importa un comino, desentendiéndose por completo de los conflictos de sus personajes y por ello resultando en ocasiones cómicos cuando en realidad deberían despertar sensaciones totalmente opuestas. En la misma línea, Johnston se crece en el plano estético, pero no consigue dar consistencia a este cuento sangriento (por ejemplo, ¿alguien se creyó la historia de amor entre Benicio Del Toro y Emily Blunt?). Un relato que a la postre le cuesta mucho cumplir con las cotas mínimas de terror, suspense, acción y romanticismo.
A pesar de ello, transcurren las dos horas de ‘El hombre lobo’ sin excesiva pesadez, y siempre recorriendo la línea que separa el rigor y el respeto por los antepasados del descerebrado espectáculo palomitero; las inquietudes artísticas de las más comerciales (decantándose obviamente por la segunda opción). Más de medio siglo después, la factoría de sueños hollywoodiense ha resucitado a uno de sus monstruos más memorables, lo cual para nada garantiza que esta revisión también lo sea. No hay que esperar pues un producto a lo Landis o Nichols, que por su personalidad se gane el derecho a ser recordado. Lo único que puede salvar del olvido a Johnston y compañía son las cifras del box office, que al fin y al cabo, de eso se trata.
A pesar de ello, transcurren las dos horas de ‘El hombre lobo’ sin excesiva pesadez, y siempre recorriendo la línea que separa el rigor y el respeto por los antepasados del descerebrado espectáculo palomitero; las inquietudes artísticas de las más comerciales (decantándose obviamente por la segunda opción). Más de medio siglo después, la factoría de sueños hollywoodiense ha resucitado a uno de sus monstruos más memorables, lo cual para nada garantiza que esta revisión también lo sea. No hay que esperar pues un producto a lo Landis o Nichols, que por su personalidad se gane el derecho a ser recordado. Lo único que puede salvar del olvido a Johnston y compañía son las cifras del box office, que al fin y al cabo, de eso se trata.