Sin ánimo de hurgar en la herida de la que actualmente se resiente nuestro país, pero con ‘New York, I Love You’ vienen a mi mente los Juegos Olímpicos. Al igual que en la máxima celebración del deporte, parece que el COI (Comité de directOres Internacional) opte también por la rotación entre continentes. Primero cayó en suerte Europa con ‘Paris je t’aime’, luego fue el turno de Asia con la en nuestro territorio inédita ‘Tokyo!’ y ahora es América la que quiere aprovechar el tirón. Alejándose de la línea surrealista marcada por Gondry, Carax y Joon-ho, el filme retoma los aires romanticones de la capital francesa (por si no lo había dejado claro el título) con el objetivo de rendirle homenaje a la ciudad que nunca duerme.

Como viene siendo habitual, el configurar este tipo de puzles cinematográficos se traduce en una verdadera montaña rusa en lo que a calidad se refiere. Para explicar dicho fenómeno sólo hay que dar un vistazo a la lista de directores que están detrás del proyecto. Salta a la vista que dicho elenco atesora menos talento que el de la cita parisina (y aún gracias que la presuntamente horrible propuesta de Scarlett Johansson fue descartada para la versión final), con lo que no hacen falta demasiados cortometrajes para darnos cuenta que los esperables altibajos no acaban confirmándose, ya que todo el conjunto acostumbra a rendir a un nivel demasiado pobre.

En esta línea, la película se convierte en un cada vez más insufrible manual de tópicos, y eso que cada historia busca desesperadamente giros argumentales que por otra parte, se hacen casi todos demasiado previsibles. Cierto es que tienen su gracia los frustrados ligoteos de Ethan Hawke, maestro de la verborrea romántica; cierto es que la pareja de viejecitos aporta un toque entrañable; cierto es que intriga la historia de la vedette y su peculiar ángel de la guarda... pero una vez más hay que hacerse la siguiente pregunta: ¿Justifica un cuarto de hora de lucidez una película de más de hora y media de duración? No lo creo.

Aún así apuesto a que esta insulsa peripecia cosmopolita tendrá buena aceptación entre el gran público. Ya se sabe, pongan un grupo de caras bonitas y conocidas a recitar frases seudoingeniosas con música modernilla sonando de fondo y el éxito está garantizado. Si además la localización se corresponde con el centro neurálgico del mundo entero (aquel donde lo decadente es bello, donde los parques parecen el mismísimo Edén, donde cualquier imbécil con una cámara digital parece que tenga derecho a ser considerado un gran artista...), imagínense. Efectivamente, como reclamo turístico ‘New York, I Love You’ funciona a las mil maravillas, pero para los interesados simplemente en ver bonitas panorámicas de la gran manzana, recordarles que un genio cuatro-ojos y neurótico ha vuelto a rodar en la ciudad de sus sueños... la experiencia “alleniana” es sin duda mucho más gratificante.