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España España · Barcelona
Voto de reporter:
7
Thriller. Acción Los Peterson siguen llorando el fallecimiento de su hijo Caleb en la guerra de Afganistán. En pleno duelo, David (Dan Stevens) irrumpe en el hogar familiar y conquista a cada uno de sus miembros hasta que uno de ellos comienza a intuir que David no es quien parece ser. (FILMAFFINITY)
12 de abril de 2015
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando los miembros de la familia Peterson se enteraron de que su hijo Caleb iba a alistarse al ejército de los Estados Unidos, experimentaron, al unísono, una fuerte y muy incómoda mezcla de sentimientos, compuesta, principalmente, por orgullo y temor. El niño había crecido. Se había hecho mayor. Ya era un hombre, biológica y emocionalmente preparado para luchar por sus ideales. Estaba completo. Pero, ¿y si con esto no bastaba? ¿Y sin con esto a él le daba por exponerse demasiado a un mundo frente al cual uno nunca está lo suficientemente preparado? Claro, ''Ya se verá'', que dijo el sabio. Las consecuencias eran imprevisibles. Corrieron las lágrimas (primero dulces; poco después amargas), cuando terminó cayendo la peor (y más previsible) de las noticias: Caleb iría a luchar la guerra en Afganistán. Y ya se vería, sí... hasta que ya no hubo margen para la duda.

Caleb murió, defendiendo vaya-usté-a-saber-qué libertades o intereses más o menos privados, contra vaya-usté-a-saber-qué trogloditas cuyo nombre ni siquiera sabía pronunciar. Y fin de una historia que hasta ese momento no había escatimado en drama familiar, belicismo, comedia y, por qué no decirlo, comedia. En éstas que David entra en la ecuación. Y como la imprevisibilidad ya se había apoderado, definitivamente, de todas las cuentas, apareció, recién empezada aquella 30ª edición del Festival de Sundance, y como surgido del averno (¿de dónde si no?), Adam Wingard, para inaugurar Park City at Midnight, sección convertida en uno de los muchos síntomas que atestiguan el excelente estado de forma por el que ahora mismo pasa el género terror / fantástico. Pero con este demonio del indie-horror ya se sabe que nunca puede hablarse de un solo género, sino de muchos a la vez.

'The Guest' es, sin rodeos, el 'Teorema' de Pasolini pasado por la batidora del Mumblegore. ¿Quién dijo miedo? ¿Y respeto? Pues sí, faltaría más... pero el justo. Está la clásica familia, y también el -encantador- factor externo que lo va a poner todo patas arriba, aunque para esto último, poco esfuerzo hiciera falta. El intruso dice ser un soldado que luchó junto al fallecido hijo mayor de dicha familia, pero en realidad es el lobo; una bomba de relojería siempre presta a estallar. Tiene también algo de vampiro, pues no pondrá los pies en casa ajena hasta que no se le haya invitado expresamente a hacerlo. Falsas apariencias, dispuestas a desatar, a la mínima, la violencia más bestial. Como sucediera en la imprescindible 'Tú eres el siguiente' (así como en casi todas las obras de su filmografía), los géneros fílmicos deciden invitarse los unos a los otros, para poco después pelearse y mancharse con la sangre del de al lado.

Así, 'The Guest' se convierte en una batalla campal entre el drama familiar, el thriller de acción, las teenage movies y, por supuesto, la comedia. Durante el proceso, los estereotipos mueren de forma atropellada y dolorosa. Los tótems más sagrados de la sociedad y del propio arte cinematográfico van sincronizando sus temblores... de puro miedo; de puro nervio. Esto es, efectivamente, puro vandalismo, puro desmadre (al que por cierto, le cuesta aguantar en la recta final); puro Wingard, ese invitado que todo lo destroza... pero a quien no puede / debe negársele la hospitalidad. Ese gamberro que se reivindica, en cada lucecita, en cada máscara, en cada pulsión fetichista, en cada nota sintetizada, en cada planteamiento, en cada encadenado... como un señor autor. Del terror, y del fantástico, y de la comedia negra... No sólo es cuestión de poses (que también), sino de mostrar una conciencia apabullante de causa, para más adelante hacer con ella todo lo que venga en mente. ¿Secuelas posmodernas? Seguramente, y quizás por esto también se trate, ¿por qué no?, del vivo reflejo de unos tiempos desquiciados e igualmente empeñados en ocultar su naturaleza esquizofrénica en una normalidad tan falsa como fácil de resquebrajar.
reporter
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