Tanto éste como el dedicado a Bardock, no son OVAS si no capítulos especiales. Y, a diferencia de ellos, no tratan una aburrida historia alternativa sino que entran directamente en la continuidad oficial de la serie. En esta ocasión, se nos muestra el oscuro futuro de Trunks, donde gracias a los androides del Dr. Gero no hay que soportar a enemigos absurdos como Buu o continuaciones tan blasfemas como Dragon Ball GT. En lugar de eso, nos encontramos a un adulto y endurecido Gohan y a su discípulo Trunks intentando sobrevivir el tiempo suficiente para encontrar una manera de derrotar a los androides C-17 y C-18, responsables de la muerte de los demás guerreros Z y de haber exterminado prácticamente a toda la raza humana. Sin duda, estamos ante lo mejorcito de la Toei, quienes a partir de una minihistoria de Toriyama en el manga desarrollan un más que interesante producto, tomándose, eso sí, algunas libertades (en la citada minihistoria de Toriyama, Trunks ya era un Super Saiyan cuando entrenaba con Gohan). Curiosamente, por una vez el cambio de la Toei es para mejor.

Lo mejor: dos momentos: el combate final de Gohan y la transformación de Trunks en Super Saiyan. Dos de los momentos más épicos de toda la historia de Dragon Ball.

Lo peor: la caída de los guerreros Z a manos de los androides podría haber dado para mucho más. Un momento tan espeluznante y morboso para los fans no se puede narrar en apenas 5 segundos como si fuera el resumen de un capítulo anterior ya visto. Sin duda, esto lo más decepcionante de la película.