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Voto de Lucyfero:
10
Drama Suecia, mediados del siglo XIV. La Peste Negra asola Europa. Tras diez años de inútiles combates en las Cruzadas, el caballero sueco Antonius Blovk y su leal escudero regresan de Tierra Santa. Blovk es un hombre atormentado y lleno de dudas. En el camino se encuentra con la Muerte que lo reclama. Entonces él le propone jugar una partida de ajedrez, con la esperanza de obtener de Ella respuestas a las grandes cuestiones de la vida: la ... [+]
15 de junio de 2009
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bergman tuvo que verse cara a cara con ese caballero negro, perfecto jugador de ajedrez, segador de almas. Sólo así se explica que saliese ileso de aquella pretenciosa premisa en que en que basó el Séptimo Sello… señoras y señores, he aquí a la muerte.
Unos náufragos, una orilla, un paisaje sueco medieval. Acto seguido una macabra partida de ajedrez da comienzo in situ; la muerte se le ha presentado a un caballero cruzado, Antonio, -un Max Von Sydow inconmensurable- y éste se resiste en una hábil estratagema:retar a la muerte en un tablero que más bien vale el fin de su vida. Blancas para el cruzado, que hastiado de guerras regresa a casa y se encuentra con que Dios -o quizás el Demonio- le reclaman para su feudo; negras para un simple mensajero que ni siquiera sabe adónde va aquel al que tiene que dar muerte. Tan grande es el poder del caballero negro como ignorante en saber de dónde le viene.
En esas desfila una serie de personajes entre los cuales Bergman, una vez más –y no iba a ser menos- nos da una lección a todos aquellos que aspiramos a que el cine sea algo más. Una vez más, nada se muestra gratuito en pantalla como tantas veces el cine lo hace por desgracia. Cada cual tiene su importancia como los peones en el tablero. Juan el Escudero, la voz de la fuerza, del auto convencimiento, del raciocinio; los comediantes la picaresca, la felicidad, la vida sencilla; el herrero la ignorancia, mezclada con una inusitada inocencia. La Peste Negra es el paraje en que se mueve la película, simboliza el mal del hombre, ese mismo mal que habitaba en la taberna que se burlaba del pobre José. La religión se mueve entre medias cual serpiente, reptando por las mentes que intentan buscar en ella la salvación a una muerte inevitable. La muerte, una vez más la muerte. Antonio, el caballero andante de la triste figura –nótese el increíble parecido con el Quijote de Cervantes- estudia cada movimiento de la partida en pos de alcanzar el verdadero conocimiento sobre qué le espera una vez se dé el jaque mate. Entre medias, métase de nuevo la religión, motor de conciencias y garante de respuestas. Respuestas, por otra parte, que ni a Antonio –ni en extensión, a Bergman- parecen satisfacer. A tal desesperación llega, que incluso demanda al Demonio una respuesta que dé fin a su inmortal duda. Y teme, como bien le dice a la muerte entremedias de la partida, que incluso tras segada su alma no halle réplica alguna a qué es lo que hay tras de la vida.
Ahí es donde quería llegar con esta crítica. En resumen, Bergman filma la muerte y no nos dice en toda la película qué es lo que es. Lo que simboliza, por otra parte, la significación más perfecta que nunca nadie en el cine dio al caballero negro, jugador de ajedrez. La muerte es algo a lo que la propia muerte ni respuestas puede dar (…)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Lucyfero
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