Resucitar un western allá por los 70, cuando se respiraba un aire tan distinto al de los viejos tiempos del cine y esperar recrear una leyenda...pues no es fácil. Yo podría ponerme a enumerar los fallos narrativos de El juez pero, ay, siento que estaría faltando a la Justicia, tal como se la denomina en dicho film.

Un hombre llega, es un forastero, después de una masacre dispone para él solo de una cabaña en Texas. Su obra es tan gradual como ciclópea: recrear una ciudad de leyes basadas en una Justicia universal, y profundamente particular. Así como Bean reconstruye su historia, parecería que los motores que mueven a esta producción se encontrasen por carriles similares. Porque Huston resucita un género que si bien aún no había perecido se encontraba lejos de presentar ante el espectador semejante epopeya épica. Y sí, El juez parte de una premisa épica: construir un lugar deseado, el sitio de los sueños de un hombre de valores imperecederos pero desde una visión fundamentalista de los hechos: a la horca, porque sí, todos a la horca si pasan por sus territorios. De esta forma, cada secuencia cobra una importancia particular, en especial la presencia del oso vigilante, quizás desde toda su significación una de las historias más conmovedoras de la obra.

Insisto, se pudieron haber eliminado elementos sin mayor trascendencia, pero esos errores se difuminan una vez que termina El juez de la horca y te quedas con ese sabor único de las pelis épicas, el sabor de la permanencia; sumado a ese tono paradójico que la hace tan poderosa.