Día de la madre: como obsequio principal (porque tengo otros secundarios tales como dilemas morales, falsa premisa aleccionadora y cierto tufo moraloide sobre el compromiso y el amor incondicional bla bla) tengo pensado regalarle un thriller clase b con aderezzos de peli-que-busca-ser-más. No será el mejor regalo que un hijo puede hacerle a una madre, eso seguro, pero compensaré mis escuetos recursos económicos (fotografía sucia que sirve para ambientar la malaria afectiva; planos elegantes y precipitados que funcionan para generar noción de verosimilitud) con una propuesta dramática que, si ella no se deja llevar por su mensaje bobo, puede pasar desapercibido en tanto tensión dramática de esas que se viven con magnitud. Y que duran lo que dura una emoción violenta: en este caso una hora cuarenta.

No es uno de esos Días de la madre que pasará a la historia (aunque tampoco lo harán tantos films endulzados sobre la hermosa y bendita madre que nos parió) pero por lo menos ella se dará el gustazo de creer o sentir que estuvo ante una propuesta seria. Porque el regalo es serio si a ella le gusta el papel de regalo que Bousman nos ha regalado: la peli es técnicamente rica desde su modesta inversión económica; logra mucho con relativamente poco. No es poco...

Ahora bien, imposible pasar por alto que la obra quiere tomar posición al provocar dilemas no solo entre los asesinos sino también en las víctimas. Ahí nacen las pavadas de un director que no se conforma del todo con la discresión de su producto. Sin ser necesariamente pretenciosa, Mothers Day recurre a la tan conocida bajada de linea moral: si eres culpable por tal cosa, si mereces una pena, si todos somos un poco animales. De más para un montón de sangre derramada y algunos héroes de turno.