Desde aquella huelga de guionistas en Norteamérica (años pasados aún vigentes) la cosa ha ido de mal en peor. Se percibe un notorio abaratamiento de las tramas que se impregna tanto en las series como en las películas. Salvo que seas un director acomodado o con un apellido de cuidado, llevas las de perder si quieres conseguir guionistas de calidad.

El problema de este nuevo refrito dinosaúrico no es tanto la dirección, sino la historia puesta en marcha. Sobre todo desde que la isla deja de ser un escenario útil. Es evidente que casi nadie ya se toma en serio a los dinos, están ahí para divertirte con sus piruetas, ni siquiera para infundirte temor o inquietud. Jurassic World se ha vuelto una saga orientada a menores de edad. Esto no está mal, el problema surge cuando ese infantilismo emana desde la planificación de un adulto que quiere hacerse pasar por crío y le sale pésimo. No logra observar su propia peli desde sus ojos de niño y termina por crear una obra absurda, sin brillo ni deslumbre por la maravilla. El resultado es la torpeza y el reflejo final de un grandulón que no es ni adulto ni niño.

La trama no resiste el análisis serio de un mayor de edad. Pero, he aquí la cuestión, a la industria eso no le importa en los más mínimo. Sabe que ésta es, apenas, una resurreción más de una saga seca. No van a arriesgar los números que ya consiguieron desde que se abrió la leyenda, allá por 1993.