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España España · barcelona
Voto de avanti:
8
Romance. Comedia. Fantástico Estados Unidos, Gran Depresión. Mientras Cecilia trabaja como camarera en Nueva Jersey, su marido se dedica a hacer el vago. Su única distracción es el cine, al que va una y otra vez para evadirse de la dura realidad y soñar con un mundo de champagne, trajes de noche y fiestas elegantes. Una noche, el protagonista de su película favorita, "La rosa púrpura de El Cairo", se fija en ella y atraviesa la pantalla para conocerla. (FILMAFFINITY) [+]
6 de julio de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La rosa púrpura del Cairo (1985) de Woody Allen, es una propuesta que se plantea desde la más estricta realidad, en un entorno similar a muchos, con unos matrimonios mal avenidos y muchas preocupaciones que solucionar. Solo existe un escape a tanto desacierto acumulado en Cecilia (Mia Farrow) el cine Jewel, similar al de otros en muchos barrios que han servido durante generaciones para escapar de la rutina a las fantasías que durante algunos minutos nos ofrece la pantalla.

Si en Sueños de un seductor (1972), el personaje idealizado solo existe en la mente de Allan Felix, en La rosa purpura… el personaje no solo lo idealiza Cecilia desde su butaca: Allen da un paso más allá, convirtiéndolo en real, nuestra cinéfila protagonista sueña con formar parte de lo que ve en pantalla, alcanzar la felicidad que los personajes muestran, compartir con ellos, ser como ellos ofreciéndole la fantasía lo mismo que siempre le pasa a cualquier persona amante del cine al acabar la función, sintiéndose por unos pocos minutos pirata, cowboy, superhéroe, agente secreto, astronauta, ligón , solitario aventurero o cateto a babor, sabiendo que a los pocos minutos la calle le retornará a la realidad.

Fundamentalmente es una historia a dos y un desdoblado: el real y el imaginado. Cecilia se desvive, se cansa por sacar su casa adelante, su marido Monk (Danny Aiello) es el redomado vago en mitad de la Gran Depresión al que solo le interesa beber, jugar y ligar, Tom Baxter (Jeff Daniels) es el planchado y ficticio aventurero al que solo le interesa tomar champagne en el Copacabana, Gil Shepherd (Jeff Daniels) es el actor que busca el éxito en su carrera. Con todo esto Allen nos da un baño de realidad utilizando lo agradable que pueda resultar vivir envuelto en las aventuras que nos proporciona el celuloide frente a la frialdad de la indeseado destino que le toca vivir a Cecilia.

El propietario del cine Jewel proyecta semanalmente en su pantalla nuevas películas, en esta ocasión Top Hat (1935) y número estrella “cheek to cheek”. El público sigue asistiendo al cine, Emma (Dianne Wiest) desde el prostíbulo, le ha dado un baño de realidad al ficticio Tom Baxter donde se entera de algo trivial para los humanos como pensar, dudar, solucionar…pero que él no entiende, su mundo no es otra cosa que el producto de una idea surgida de alguien que hacía algo más de dos décadas (hasta 1985) había empezado a escribir guiones y personajes para el cine y para el gozo y disfrute de quien desee de vez en cuando hacer la inmersión acompañado por un ladrón de pacotilla, un probador de maquinas para ejecutivos, un torpe revolucionario, un dormidísimo dormilón, o un Bogart venido a menos, y tantos otros personajes más. En cualquier caso el cine lo podemos reducir a un guión, multitud de profesionales de múltiples ámbitos dispuestos a hacernos creer que lo de Cecilia es cruda realidad o pura fantasía, según lo miremos desde uno u otro lado de la pantalla.

Poco importa si Allen está delante o detrás de la cámara siempre está presente su forma de hacer cine, sus personajes, secundarios habituales algunos, viven en un constante estado emocional en el que se plantean su lugar en los acontecimientos que les toca vivir, decepciones incluidas, las que nadie quiere, pero forman parte, van con las elecciones deseadas, ya se sabe: ‘la otra cara de la moneda’.

Con la misma facilidad que tiene Woody para crear chistes, la tiene para dramatizar finales como el que nos ocupa: resulta tan decepcionante el engaño vivido por culpa del interesado Gil Shepherd, que la única salida de nuestra protagonista es elegir entre realidad o ficción al tiempo que regresa a su cine, a su butaca, a sus películas, quedando todo lo demás enjugado entre lagrimas de puro realismo que gradualmente le devuelven al único mundo donde puede encontrar la felicidad mediante un suave y respetuoso fundido reflejado en su renacido e ilusionado rostro.
avanti
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