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España España · barcelona
Voto de avanti:
8
Drama Carmen, una mujer dedicada a la restauración de obras de arte, sufre un ataque sexual poco después de reencontrarse con su único hijo. Pero el trastorno psicológico que ella sufre no afecta al hombre con quien vive. Hondamente decepcionada, decide emprender por su cuenta un viaje al pasado. (FILMAFFINITY)
22 de octubre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El pájaro de la felicidad es una película dirigida por Pilar Miró en 1993, sobre un guión de Mario Camus, música de Jordi Savall y fotografía de José Luis Alcaine. La belleza compositiva de las imágenes en esta agridulce película nos lleva hasta el mundo interior de la realizadora y su personal modo de ver el mundo introspectivo a través de Carmen (Mercedes Sampietro) bañado en un mar de contrastes y emociones de una delicadeza palmaria inicialmente interrumpida por la dura violencia de algunos descerebrados callejeros. La entereza de Carmen la lleva a recapacitar, a plantearse las cosas, es como si el ruido seco de un inesperado aldabonazo hubiese golpeado, removido su yo más profundo.

La relación familiar no pasa por su mejor momento buscando refugio en el mundo de la restauración artística, situación determinante a la que decide ponerle cota tras algunos enfrentamientos emocionales del entorno familiar en un abarrotado mundo de emociones que necesita distanciarse, poner orden en su vida interior y encontrarse con sus propias emociones con su vida más intima después de la visita a sus progenitores: la madre (Mari Carmen Prendes) y el condescendiente padre (Jordi Torras).

Envuelta por el entorno del intimismo, el color paisajístico de los profundos parajes generosa y sabiamente rodados por Pilar Miró nos lleva hasta la decisión de Carmen a vivir en un lugar aparentemente desértico con despejado horizonte inundándose de los espacios abiertos en una tangible realidad imposible de ignorar aderezada con las ineludibles sorpresas de Eduardo (José Sacristán) y Nani (Aitana Sánchez-Gijón).

Durante la convivencia sin problemas aparentes se genera un acercamiento emocional que hace dudar a Nani ante la seguridad de Carmen, situación que Pilar Miró utiliza como elemento integrador para ambas mujeres desde la sensibilidad correspondida, pero además, la evolución de los acontecimientos cambiará las cosas en las relaciones con Eduardo donde la realidad no exenta de abrumadoras e icónicas imágenes bañadas por el entorno reforzará el mundo interior de Carmen.

La vuelta a su propio yo desde la tranquilidad emocional que inunda el lugar al que las hermosas conjunciones filmadas de ángulo, cuadro, plano fijo y silencios asumidos junto a la dúctil belleza de las escenas que tienen todo el valor de la buena composición y el mejor equilibrio entre atrezzo y personaje se une la intimista música de Savall junto al reconocimiento por su gran aportación artística la fotografía de José Luis Alcaine premiada merecidamente en su momento, completando un metraje preñado de sensibilidad emocional a raudales.
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