Segunda película de Lukas Moodyson. Con momentos cuasi documentales, se trata de un film humilde, pero fresco y espontáneo. El polifacético director explora una capa de la sociedad sueca de los 70 (extensible a otros lugares o países): los hippies. Para ello se adentra en una comuna conformada por unas 10 personas, niños incluídos.
La mayoría del film se desarrolla en la casa que comparten, por tanto allí se sitúa casi toda la acción.

Moodyson muestra unos personajes que intentan conciliar un interés general en beneficio común, algo difícil cuando la voluntad del individuo se subordina.
Lo bueno del film es que cada personaje esconde una pequeña trama en la que su conflicto se resuelve, o al menos, se clarifica.

Cuesta un poco entrar en la peli, hasta que nos vamos familiarizando con los personajes. Poco a poco, mediante un trazo grueso en las formas (un estilo emparentado con el movimiento Dogma) pero fino en el contenido, Moodyson va diseccionando uno a uno a los personajes, hasta asomarse a su verdadero interior.
Con un guión elaborado y concienzudo, encaminado a desarmar algunos tópicos sobre el buenismo de la convivencia libertaria, Modysoon muestra los pros y contras que genera dicha convivencia de una manera sutil y afable.