Lo primero que llama la atención después de ver esta película es lo bien que ha aguantado el paso del tiempo.
Una fábula bien explicada (destinada a un público familiar claramente), con una grandeza técnica y humana realmente deslumbrante, realizada durante la edad de oro de los estudios de Hollywood, y bien que se nota.

Por supuesto, como película musical ha quedado para la historia la canción “Over the rainbow”, interpretada por Judy Garland, actriz algo mayor para el papel de Dorothy (tenía 17 años durante el rodaje) pero que supo dotar a su personaje de la candidez y la inocencia necesaria para que resultara idónea. Incluso la Academia la premió con un Oscar especial a la mejor interpretación juvenil del año.

Sorprende el comienzo del film, en blanco y negro, casi sepia, para luego inundarnos con una explosión de colorido (el contraste del mundo real, Kansas, y la imaginación fantástica, el Mundo de Oz), que haría la delicia de los espectadores de 1939.

La dirección artística merece un apartado especial, pues solo viéndola se puede comprobar su riqueza cromática, la espectacularidad de los números y todo lo que la hace memorable. Los efectos especiales son absolutamente deslumbrantes (por ejemplo, los monos alados que raptan a Dorothy), la fotografía, en un mundo mágico con brujas, hadas, los encantadores Munchkins, etc… Por poner un ejemplo, para la aldea de los Munchkin se contrataron a más de 100 enanos, cada uno de ellos con un traje confeccionado por el departamento de vestuario de la Metro.

La repercusión y la influencia posterior en el cine es enorme.

Respecto al interior del rodaje, parece ser que pasó por varios directores, Richard Thorpe (que estuvo 12 días), George Cukor (sólo duró 3 días), King Vidor o Victor Fleming, quien sería el acreditado en los títulos de crédito, y después se pasaría a la dirección de “Lo que el viento se llevó”, menudo par de superproducciones.

A pesar de pasar por tantos directores y guionistas, la película no se resiente en absoluto. Queda claramente demostrado que es una película de estudio, la Metro Goldwyn Mayer en todo su esplendor. Gran mérito se le achaca también a Mervyn Leroy, el productor (luego también dirigiría Mujercitas o Quo Vadis).

Insisto, para ser de 1939, me parece alucinante en el apartado técnico, una de las mejores películas en el uso del color, como el verde deslumbrante de la ciudad Esmeralda o el mítico amarillo de las baldosas, y uno de los grandes musicales en la historia del cine.

No podemos obviar la magnífica labor del reparto, donde se sale Judy Garland, a quien el American Film Institute considera nada menos que como la 8ª mejor estrella femenina de la historia del cine, quien por cierto acabó bastante mal, con una vida de adicciones a los barbitúricos (la causa de su prematura muerte con sólo 47 años), anfetaminas y otras drogas, causada por las larguísimas jornadas de trabajo a la que le sometían los estudios de cine.

De las 6 nominaciones al Oscar, solo consiguió 2: la de mejor canción original y mejor banda sonora. La de mejor película se la llevó otra dirigida (al menos oficialmente) por Victor Fleming: “Lo que el viento se llevó”, menudo año.

En definitiva, “El Mago de Oz” forma parte de la historia del cine con sus canciones e imágenes icónicas y por supuesto con sus personajes : Dorothy, el León cobarde, el Espantapájaros y el Hombre de hojalata. Hay que verla.