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España España · Barcelona
Voto de polvidal:
8
Drama Manuela (Itsaso Arana) y Olmo (Francesco Carril) son una antigua pareja que se vuelven a encontrar quince años después. Cuando eran unos adolescentes estuvieron enamorados, pero se separaron. Se trata de una película sobre el tiempo; o sobre la conciencia del tiempo: del tiempo perdido y del recuperado; sobre lo que recordamos de nosotros mismos y lo que no; sobre las palabras, los gestos y los sentimientos a los que seguimos guardando ... [+]
1 de octubre de 2016
14 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como si de una revisión de Paraules d’amor se tratara, todo empieza con una carta escrita a mano a los quince años, palabras de amor vertidas en plena explosión romántica entre dos adolescentes. Sencillas y tiernas. Justo despertando del sueño infantil. Pero esta vez con el bagaje del paso del tiempo. Porque si Serrat nos describía melancólico a su primer amor, desconocido su paradero, en una de las canciones más hermosas y tristes de nuestra historia musical, Jonás Trueba nos brinda el quince años después de Manuela y Olmo, el reencuentro de dos amantes que rememoran un pasado ferviente, la reconquista de sentimientos ahora lejanos y ajenos.

La exhumación de este amor enterrado se produce sin ninguna prisa. Si hay que observar a la pareja conversando un buen rato, se la observa. Si hay que escuchar todo un repertorio de canciones nostálgicas, se escucha. Si hay que esperar, se espera. Porque lo que para algunos supondrá un suplicio en realidad es la mejor manera de adentrarse en este juego de miradas, en un vaivén de verborreas y silencios que poco a poco va extrayendo sensaciones y deseos olvidados. Hay una escena especialmente emocionante de la película en el que ella y él miran al frente, en silencio, desprendiendo añoranza, mientras el padre le dedica una canción a su hija sobre diminutos fragmentos de una vieja emoción. El tipo de escenas con las que resulta casi imposible no empatizar.

Gran parte de la proeza de una reconquista que consigue sentirse como propia recae en el reparto, sobre todo en un Francesco Carril que borda un papel extremadamente complejo, el de un tipo soso y sencillo, introvertido, pero con una interesante vida interior, que necesita del desparpajo de una compañera como la que interpreta Itsaso Arana para desmelenarse, para sentirse vivo. Su arranque bailongo en mitad de una noche de juerga improvisada e inolvidable es otro de los momentos imprescindibles de la película.

Luego llegará un viaje en moto hacia el presente, en el que le espera dormida su novia actual. Y una conversación café en mano que si destila brillantez es también gracias al trabajo de Aura Garrido. Celos encubiertos, muestras de comprensión y desahogos sinceros. Después será el turno de la decisión más cuestionable de la cinta, la de recrear el pasado adolescente. La imaginación era más potente que un flashback pero al menos los jóvenes actores que lo interpretan, un gran acierto de casting, no desmerecen el conjunto de una obra que, de la forma más sencilla y menos pomposa, conquista y conmueve.
polvidal
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