Desaprovechada película de Pablo Caminante, que tras asomar su cinta métrica en la interesante La prueba del crimen decidió meterse en este thriller psicológico que apunta maneras pero que acaba con nueve jugadores sobre el campo y un árbitro soltando carcajadas.

Y es una pena, porque había material para vender, había buen hachís, buen papel incluso pero no, no consigue aterrizar aunque eso sí, consigue hacerte mantener el interés.

Curiosamente veo paralelismos con Schuster Island, ésta es anterior y supongo que el cejas de grafito tomó nota y luego rió, y volvió a reír.

Buenas adidas para golpear el esférico pero con Villarroya ejecutando la tarea del modo que imagináis.

Se despide desde Rusia.

El zar, vuestra chuche, vuestro bate de béisbol inflado, vuetro calamar, Mario Conde.