La lupa de algunos críticos desmenuzadores puede que tenga razón cuando observa que VIVA no aporta ningún nuevo enfoque a una historia que ya se ha tratado muchas veces.

Qué necesidad hay de ofertar novedades cuando el producto está tan vivo que deja de ser un producto. Cuando la sensibilidad sin ensimismamiento adopta colores no forzados, baila con ellos y los cuida con naturalidad y sin ningún canto a la esperanza "mandinga", superponiéndose además a un gris siempre enfermizo.

No es nada más ni nada menos que la nobleza en el Amor, que logra saltar los charcos de ese camino grisáceo sabiendo desde un principio que no habrá un florecedor final, ni por arte de magia ni por arte de juicios aleccionadores. Ni siquiera en una película. Ni siquiera en una ficción que no lo parece.


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