En el título de mi crítica, estoy parodiando un genial chascarrillo de la película, que ocurre tras una "curiosa" cena entre protagonista y villano. Es uno de los numeroso chistes geniales que se suceden a lo largo del metraje de dos horas y cinco minutos de duración, de los cuales ni uno sólo tiene desperdicio. Ni un solo minuto de desperdicio por su gran humor, y sus espectaculares y abundantes escenas de acción.
Violencia y mucho humor negro para terminar de aderezar esta genial película, una fusión perfecta entre el mejor Bond y el gamberrismo de Kick Ass.
A destacar el papel de Samuel L. Jackson como el villano multimillonario y excéntrico, Richmon Valentine, sencillamente soberbio. No entiendo porque no dan Oscars por papeles como este y se lo dan a cualquiera que hace de tarado o enfermo de los cojones.
Hacia tanto tiempo que no me lo pasaba tan bien en un cine, que no disfrutaba y me emocionaba tanto una película, que ya ni me acuerdo de cuál fue la última vez, por eso le planto un diez a la fantástica Kingsman, y me quedo más ancho que pancho.