La nueva película del director francés Jacques Audiard nos relata un drama de iniciación carcelaria protagonizado por un joven árabe de diecinueve años. Como buen film de género, no faltan todos los tópicos inherentes a este. Ambiente sórdido, duchas, clanes, peleas en el patio, circulación de drogas, funcionarios corruptos ... Todo reunido y bien condensado (lo de condensado es un decir, porque la película es excesivamente larga) para gozo y disfrute de los amantes de este tipo de historias.

La película convence de entrada. La ambientación es correcta, los actores creíbles, la trama te va atrapando a medida que transcurren los minutos. El principal handicap que tiene es su larga duración. La falta de concreción unido a un cierto embarullamiento hacia el último tercio de cinta impide que se pueda hablar de una muy buena película. Eso no impide que la película tenga momentos brillantes, entre los que destacaría la relación que se establece entre el protagonista, Malik, y César, el líder de la banda de corsos que domina la prisión. Otro de los aspectos a destacar es la hábil combinación que el director establece al intercalar escenas de realismo extremo y sin concesiones con otros momentos oníricos en los que las percepciones de Malik cobran todo el protagonismo.

En definitiva, una película que sin llegar a ser extraordinaria, consigue mantenerte atento a la pantalla durante sus 150 minutos de duración. No descubre nada nuevo que no hayamos visto en anteriores ocasiones, pero tampoco chirría en ningún aspecto. Un metraje demasiado ambicioso, eso sí, impide que acabe resultando un film redondo.