En repetidas ocasiones el realizador georgiano ha expresado que esta es la película que menos le gusta de su filmografía, además de ser su tercer gran fracaso consecutivo en taquilla, que a su vez lo llevaría a cambiar, explorar y experimentar con dos curiosos filmes al año siguiente siempre en el circuito independiente.

El largometraje en cuestión se encuentra basado en la novela Criss Cross (1935) del escritor Don Tracy, que ya había sido llevado al cine en 1949 con el mismo título que la novela escrita, esta versión contó con guion de Daniel Fuchs. Soderbergh se apropia de parte de este guion para realizar su filme en el que aparece como coguionista (bajo el seudónimo Sam Lowry) junto a Fuchs.

The Underneath narra el regreso de Michael (Peter Gallagher) a su tierra natal, inicialmente para asistir a la boda de su madre, pero finalmente decide quedarse. Aquí es donde se parte hacía dos ideas conexas entre sí -porque el argumento lo propone- pero que no están siempre bien manejadas: su vida sentimental y su vicio por el dinero (apuestas), ambas manejadas en líneas argumentales en el pasado y el presente.

En la primera se ve el rencuentro que tiene con su exesposa Rachel (Allison Elliott) a quién abandonó tiempo atrás, busca un perdón y que regresen pero ella tiene una relación con Tommy (William Fichtner), un matón del pueblo. A modo de flashbacks vamos observando cómo se movía la relación entre ellos, que también se veía afectada debido a la incesante manía por las apuestas que el protagonista tenía.

Este segundo punto es primordial, porque la ansía de dinero es lo que mueve el giro argumental del último tercio. Aunque ciertamente estas ideas no están bien construidas y los motivos para realizar el evento que acontece en el clímax no se justifican del todo dentro de la lógica interna del relato.

A pesar de las debilidades del guion, el filme le funciona a Soderbergh para mostrar nuevamente su valía como director, por ejemplo su manejo del flashback da gusto verlo. Aparte hay también mucho juego en la fotografía de Elliot Davis, con distintos filtros (tonos verdes y azules), además con la posición de la cámara respecto al protagonista, que se nota aún más en una secuencia en particular en un hospital.

Obra que a pesar de sus defectos y que como lo hace su propio director, puede considerarse menor, no deja de presentar puntos de interés que la salvan, además de lo ya mencionado está el nivel de intriga que se consigue dentro del argumento, que a su vez en ocasiones choca con la torpeza del guion.