Sin intentar responder a la pregunta que formulo y sin asociar a Freud con este director y su obsesión por el sexo, se puede hacer una crítica de esta película de los 80 casi. La morbosa historia interesa hasta el último momento y el objetivo de presentar a una clase social agonizante nos agrada. Y lo hace porque Bigas ofrece con crudeza extrema a los límites que puede llegar un ser humano heredero de los últimos coletazos de una clase social parasitaria. Lo enfermizo de ese status se nos presenta enjaulado en una residencia familiar que otrora fuera de postín, donde sobreviven dos hermanos morbosamente a la espera de las rentas vitalicias de otro familiar y para los que la vida se ha convertido en otra cosa muy distinta que para el resto de los mortales.