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Voto de Manolito Gafotas:
10
Drama Una noche de otoño del año 2003, Mark Zuckerberg (Jesse Eisenberg), alumno de Harvard y genio de la programación, se sienta delante de su ordenador y empieza a desarrollar una nueva idea: TheFacebook. Lo que comenzó en la habitación de un colegio mayor pronto se convirtió en una revolucionaria red social. Seis años y 500 millones de amigos después, Zuckerberg es el billonario más joven de la historia. Pero a este joven emprendedor el ... [+]
11 de noviembre de 2010
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sería imposible abrir esta crítica con una frase que se asemejara en algo al virtuosismo que derrocha la primera escena de La red social. Esta secuencia-pórtico contiene más que la presentación de un personaje o un diálogo vertiginoso; las ingeniosas réplicas del protagonista dejan entrever lo que que se esconde tras la flamante interfaz de Facebook: la frustración personal y su inmediato reciclaje en rabiosa creatividad.
Desde ese mismo momento, la película mantiene un ritmo eléctrico para contar la historia de la génesis de la red social más importante; una trama llena de intrigas y actualidad, que podrá no interesar a muchos, pero que nadie debería confundir con los temas de fondo que plantea el filme. El libreto de Aaron Sorkin –conocido por su trabajo en la serie El ala oeste de la Casa Blanca- va desplegando, con soltura y calculada ambivalencia, las luces y sombras del proceso de gestación y crecimiento de la empresa, además al espectador momentos dignos de un guionista en estado de gracia, como la presentación del personaje de Justin Timberlake o el protagonista exigiendo el reconocimiento del jurado por el trabajo que lo lleva ante el tribunal.
No obstante, el guión no registra zonas de autocomplacencia, ni cae en las siempre tentadoras garras del ingenio, sino que mantiene el foco constante sobre su objetivo: las costuras de la personalidad del magnate de nuestro tiempo, Marck Zuckerbeg, brillantemente interpretado por un Jesse Eisenberg cada vez más maduro. Y ahí reside uno de sus principales logros –del que debería aprender buena parte de nuestro cine-: el respeto al personaje, lo cual consiste, en este caso, en retratarlo sin sentimentalismo, dejando que él opere por sí solo, sin afanes hagiográficos o de demonización.
¿Y Fincher? Fincher respeta el magnífico liberto que tiene entre manos y lleva a los actores con la sobriedad que el texto exige, poniendo especial carga en los últimos compases. Se permite, eso sí, un potente ejercicio de estilo en la escena de la competición de piraguas que muestra parte del subtexto socioempresarial de la película. Y como colofón un cierre que, con apenas unos clics de ratón, deconstruye y reconstruye al protagonista.
Manolito Gafotas
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