La fotografía es lo que más me ha llamado la atención de “Paris, Texas”, es muy extraña, los personajes parecen muy cercanos, se sienten, sin embargo los fondos son irreales, parecen de otro planeta, los colores son tan vivos que no parecen naturales, dando la sensación de que todo lo que se encuentra tras los personajes son cuadros.

Los lugares en los que se desarrolla “Paris, Texas” son enormes, son entornos de cine contemplativo, sin embargo emocionalmente es muy intimista, se intenta entrar al máximo en los pensamientos y las emociones que tienen los personajes. Este contraste produce un cierto distanciamiento emocional, y esto queda demostrado en la escena más conmovedora, la de la conversación entre Travis y Jane, el momento en el que la emoción queda atrapada entre cuatro paredes y no se diluye entre grandes paisajes que distraen la atención hacia lo visual.
Uno de los muchos detalles simbólicos de esa secuencia es que la habitación está decorada para recordar a una caravana, la caravana dónde ocurrió todo, y en la que Jane ha quedado atrapada a pesar de haber huído años atrás de la auténtica caravana dónde vivió junto a Travis.

Una película muy buena, muy buenos detalles de dirección y con una última hora fantástica, intensa y desoladora; una pena que en gran parte del metraje sea algo fria.