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España España · santa cruz de tenerife
Voto de argonauta:
4
Drama Texas, principios del siglo XX. Una historia sobre la familia, la avaricia y la religión. Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis) se traslada a una miserable ciudad con el propósito de hacer fortuna, pero, a medida que se va enriqueciendo, sus principios y valores desaparecen y acaba dominado por la ambición. Tras encontrar un rico yacimiento de petróleo en 1902, se convierte en un acaudalado magnate. Cuando, años después, intenta ... [+]
28 de enero de 2012
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es la primera vez que en el cine alguien afronta las consecuencias de la ambición desmedida. Quizás lo mejor de esta historia esté condensado en los primeros veinte minutos, donde sin apenas diálogos, el protagonista muestra su carácter inquebrantable para conseguir un objetivo. Posiblemente, sea uno de los mejores retratos de aquellos “pioneros” emprendedores de inicio del siglo XX que se beneficiaron del pujante capitalismo estadounidense que se hayan hecho nunca, pero el problema surge cuando se abunda en la misma línea argumental. De esta forma, nos encontramos ante un inmenso retrato megalomaníaco que utiliza todos los resortes expresivos a favor del retrato “fiel” de la personalidad del “magnate”. Esto produce un desequilibrio de “fuerzas” - ¡incluso la música se convierte en ruido distorsionador!-, que convierten las imágenes y palabras en un simple “reflejo” de la personalidad “enferma” de Daniel Plainview. Poco a poco la “deshumanización” parece contaminarlo todo, y la historia se convierte en una repulsiva sucesión de acontecimientos que son el reflejo del “interior” del alma del personaje. Es posible que el guionista y director, Paul Thomas Anderson, haya conseguido, en esta oscura obra, un acercamiento sincero y descarnado a las consecuencias de la codicia, pero no hubiera estado de más pensar que cualquier relato necesita del equilibrio para poder conseguir un mínimo de eficacia. De esta manera, no resulta creíble tanta oscuridad dentro de un corazón, aunque aquél se dedique al negocio del petróleo. ¿Acaso los demonios no fueron alguna vez ángeles?
argonauta
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