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Voto de Juan Ignacio :
5
Romance Un seminario de autoayuda inspira a Doris, una mujer sesentañera, para perseguir románticamente a su joven y nuevo compañero de trabajo. (FILMAFFINITY)
22 de marzo de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dory, se hace llamar Doris, por Doris Day, es una mujer sexagenaria, rozando los 70, que acaba de perder a su madre con quien había convivido toda su vida y compartido sus rarezas. Justo después del suceso un hombre joven llega a la empresa, en calidad de ejecutivo, donde Dory trabaja como administrativa, desde hace muchos años, y se enamora perdidamente de él, como si fuera una adolescente.

Comedia romántica al uso donde la única variante es que en este caso la chica tiene casi 70 años y el chico es treintañero. Una parte de la película se desarrolla aceptablemente si se llega a pensar que es una injusticia social el ver relativamente normal una gran diferencia de edad entre una pareja siendo la parte de mayor edad el hombre, pero que no se acepta del mismo modo el caso contrario, el que se da en este filme, donde la mujer protagonista lucha por conseguir el amor del joven a quien ama con todas sus fuerzas, en contra del parecer de su mejor amiga, de la edad de Dory, y sin pensar en que su idea es imposible. Lo que sucede es que esta comedia deriva en lo predecible y, de alguna forma, trata de forma ridícula el empeño de esta mujer a quien en último término caricaturiza y muestra casi como una loca (síndrome de Diógenes incluido) que trata de conseguir una alocada ilusión. La trama familiar que se mantiene entre Dory y su hermano Todd por el legado de la casa aporta muy poco a la historia e incluso parece que lo único que se intenta con su inclusión es alargar la duración de esta comedia (de hecho se trata de la adaptación de un cortometraje de Laura Terruso, 'Doris & The Intern', coguionista en esta ocasión) que de cómico termina teniendo muy poco. El final, por todo lo anterior, resulta poco creíble y, sobre todo, forzado.

             Si algo en esta película mantiene al espectador fijo en su butaca hasta su término es la maravillosa interpretación, una vez más, de Sally Field. Tal vez, únicamente para su lucimiento se ha hecho este fallido divertimento.
Juan Ignacio
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