En esta tercera temporada Nick Pizzolatto vuelve a las formas de la primera tras el fiasco comercial, y también de crítica, de la segunda. De nuevo una pareja de detectives se ocupa de un escabroso caso, esta vez en la deprimida región de Los Ozarks (Arkansas), de nuevo la 'América profunda'; pero en esta ocasión serán tres, en vez de dos, los períodos de tiempo desde los cuales nos será narrada la acción: 1980. Dos hermanos, Will y Julie Purcell, de unos 10 y 8 años de edad, respectivamente, desaparecen cuando, según ellos, iban a visitar a un amigo de ambos a su casa. Se inicia la búsqueda, los detectives Wayne Hays (Mahershala Ali) y Roland West (Stephen Dorff) han sido puestos al frente del caso. Será Hays quien encuentre el cuerpo sin vida del niño, pero de la niña nunca se sabrá nada. En 1990 se reabrirá la causa al comprobar que diez años antes se cerró en falso. En 2015 el suceso seguirá vivo; una cadena de televisión entrevista al ya anciano, y con indicios de demencia senil, Wayne Hays, por lo que deducimos que el crimen de Will y el secuestro de Julie quedaron sin resolver.

Miniserie de ocho capítulos, de casi una hora de duración cada uno, el final más largo, que aborda una trama de intriga policial muy básica que el guionista trata de potenciar troceando la totalidad de elementos que la componen y sirviéndoselos al telespectador de forma descolocada para que sea él quien los vaya colocando en su adecuada posición. Partiendo de la base de que toda obra de intriga es tramposa, en mayor o menor grado, en este caso la maniobra de manipulación resulta más clara, y mayor, cuanto más pretenciosa trata de ser; situar los acontecimientos en tres espacios temporales distintos, separados entre ellos por diez años, el primero del segundo, y veinticinco entre el segundo y el tercero (demasiado tiempo entre sí para que suceda mucho más de lo que, en buena lógica, se pueda mostrar); de esa manera, con continuos flashbacks que llevan a diferentes épocas, se difiere no ya la resolución final, sino las muchas parciales que contiene el guion. Por otra parte, al situar en el argumento al protagonista principal con alzheimer en la última etapa, estamos ante un claro 'vale todo' para que sea el público quien se crea que si es incapaz de resolver tal rompecabezas es por sus propias limitaciones ante el talento del autor. Es evidente, como tantas veces en esta clases de series, que todo se resolverá en el capítulo final, muy deprisa, para que no nos demos cuenta de la cantidad de cabos que se lanzaron y en el desenlace advirtamos que no todos quedaron recogidos, en contraposición con las dilaciones anteriores. No obstante, en ese final, sí es donde Nick Pizzolatto recupera parte de la magia, con su buena dosis de ñoñería, que tuvo el de la primera temporada, hay que reconocerlo; si tal conclusión resulta efectista, lo cierto es que también es efectiva.

Todo el peso de la acción recae en los dos detectives, y en una de las profesoras de los niños, Amelia Reardon (Carmen Ejogo), quien se terminará convirtiendo en la esposa de Wayne Hays. No obstante son personajes poco definidos, sin apenas pasado, o ninguno, como el de Roland West, del que solo sabremos que está divorciado; aunque la implicación del caso en el matrimonio Hays resulte válida como elemento, único y no totalmente, distante del principal.

Dirección bastante aséptica, qué alto dejó el listón en la primera temporada Cary Joji Fukunaga, y aceptables interpretaciones, buena la de Mahershala Ali actuando de anciano, con un logrado y muy elaborado maquillaje, y notables las de los secundarios Scoot McNairy y Mamie Gummer como el matrimonio Purcell.