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Voto de Juan Ignacio :
8
Comedia La obra maestra de Harold Lloyd. La escena del genial cómico escalando un edificio supone uno de los momentos más grandes del cine mudo, y su clímax -Harold colgado de las manillas del reloj- sigue siendo una de las escenas estelares de la historia del séptimo arte. (FILMAFFINITY)
28 de septiembre de 2020
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La acción se sitúa en el mismo año en que fue rodada, 1922. Harold (todos los personajes tienen los mismos nombres que los actores que los representan), un hombre joven, de unos 30 años, deja Great Bend, su pequeño pueblo, para hacer un largo viaje hasta la gran ciudad, donde espera medrar para poder casarse con su amada Mildred. Sin embargo, una vez en la enorme urbe, las cosas no le irán como se había imaginado antes de partir, aunque en sus cartas a Mildred haga ver que es todo un triunfador.

Película dirigida por Fred C. Newmeyer y Sam Taylor, con guion de HM Walker (títulos), Jean Havez y Harold Lloyd, ambos sin acreditar, basado en una historia de Hal Roach, Sam Taylor y Tim Whelan.

Se dice que a Harold Lloyd le vino la idea de esta película cuando vio a Bill Strothers escalar la fachada de un alto edificio de Los Angeles (posteriormente ese escalador representaría el papel de Bill, compañero de piso y amigo de Harold, en el film, y aparecerá, de lejos, escalando un edificio). 'Safety Last', en su título original, tuvo un enorme éxito de taquilla y significaría el lanzamiento como estrella de Harold Lloyd, quien sería el actor de más éxito y mejor pagado de los años 20.

Con 'El hombre mosca' estamos ante una magnífica película que, con una gran y grata comicidad, continua en todo momento, se interna en los géneros, además de comedia, en los de acción, aventuras, suspense y romance, todo ello con un ritmo muy dinámico e incesante; algo que solo se puede lograr gracias a sus grandes virtudes en el guion, dirección y montaje. Hay que tener en cuenta, para valorar con toda justicia sus asombrosos 20 minutos finales, que se rodó hace 98 años, y sí, algunos trucos se notan, está claro que los efectos especiales por aquella época, cuando los había, eran muy rudimentarios; pero el gran mérito del conjunto de este trabajo es que pasen desapercibidos mientras se está pendiente de lo que ocurre en pantalla, dado el constante interés que la proyección despierta. Y no solo radica en ese final el valor de la cinta, sino en toda ella, pues su historia y humor no tienen desperdicio de principio a fin.

Por último, decir que Harold Lloyd fue un cómico quizá a la altura de los más grandes, es decir, Buster Keaton y Charles Chaplin, aunque se encuentre bastante olvidado respecto a ellos.
Juan Ignacio
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