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Voto de Juan Ignacio :
9
Romance. Drama Con la Guerra Fría como telón de fondo, “Cold War” presenta una apasionada historia de amor entre dos personas de diferente origen y temperamento que son totalmente incompatibles, pero cuyo destino les condena a estar juntos.
15 de noviembre de 2018
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Polonia, 1949. Wiktor Warski, músico, recorre, dentro de un reducido grupo, las aldeas más pequeñas de su país recogiendo de las voces de los habitantes de esas zonas rurales las canciones de sus lugares de nacimiento, con objeto de hacer un conjunto de danza y música folclórica y darlo a conocer como expresión cultural, no solo en toda Polonia, sino también en el exterior, esa es la intención de las autoridades gubernamentales. En una de las audiciones conocerá a la joven Zuzanna 'Zula' Lichon, una de las cantantes aspirantes a entrar en la compañía, quien lleva como carga un drama, muy profundo, y con serias consecuencias para ella, de su no muy lejano pasado. El flechazo entre los dos es inmediato, desde ese momento se dan cuenta de que son inseparables; pero otros condicionamientos serán quienes hagan intermitente la realización plena de su relación.

Pawel Pawlikowski , director y coguionista de esta película se la dedica a sus padres. Por ello, y porque lo ha dicho él mismo, sabemos que, en parte, la historia que se nos narra en la pantalla es la de sus progenitores.

'Cold War' (qué manía de titular en inglés cuando no hay ninguna razón para ello, supongo que tan solo, y tal vez la más poderosa, la comercial) desde su deslumbrante comienzo, con esas voces pueblerinas cantando a capela las canciones de todas sus vidas y las de sus antepasados, hasta su final, de enorme belleza lírica, es una auténtica obra de arte en su conjunto, y si no lo es le anda muy cerca.

Historia de un amor loco, ilógico, si se quiere, como si el amor tuviese que obedecer a alguna clase de lógica, entre dos seres muy distintos entre sí, llegados de mundos no ya diferentes, sino opuestos. Wiktor es un hombre que antes de la guerra gozó de una buena posición económica, ha accedido a una exquisita educación, es un artista; y ahora se ve en una situación dura que no había imaginado que pudiese llegar. Por su parte Zuzanna, Zula, unos años más joven que él, es una superviviente, ex presidiaria, en libertad condicional, proveniente del mundo rural, trata, por medio de su voz, de salir adelante en esa Polonia de posguerra. Además tienen distintas perspectivas de la realidad que sufren y del futuro que se quieren crear. Wiktor no aguanta la falta de libertad, Zula no disiente del omnímodo poder estalinista. Él aprovechará la primera oportunidad para huir, ella no. Se seguirán viendo cada vez que les sea posible, aunque en su cotidianidad diaria reharán sus vidas junto a otros seres; y esos encuentros serán de plenitud, de justificación, el uno en el otro, de sus dolorosas vidas. París los unirá durante un tiempo; pero, juntos más de un día, se darán cuenta de que ambos han cambiado. Wiktor, mientras ejerce su profesión en un club de jazz, siente su fuerte desarraigo, algo que ni la presencia de Zula le podrá hacer superar. Zula percibe esa ausencia de Wiktor aun en su presencia, y siente celos de la mujer con la que él ha convivido hasta su llegada... La última parte, la que desencadena el final sorprendente, al tiempo que único posible, si se sigue la 'ley' del destino, nos da en su plenitud la fabulosa dimensión del amor sentido entre sí por esta pareja.

Pawel Pawlikowski luce una composición escénica que es un prodigio, nos regala planos de una belleza plástica que merecerían ser enmarcados (Zula sumergida en el agua cantando, una sala abarrotada vista por la imagen de un espejo...). Utiliza la profundidad de campo como solo a Tarkovski recuerdo habérselo visto hacer, y, como también hacía el gran maestro ruso, funde largamente en negro cada final de etapa antes de comenzar a relatar la siguiente.

Narración de una sobriedad absoluta, sin ninguna concesión a la galería, y sin embargo plena de sublime hermosura. Nada sobra, nada falta en su crónica.

Espléndida fotografía en blanco y negro de Lukasz Zal. Excelentes las canciones del folclore polaco que se nos regalan. Y extraordinaria la interpretación de Joanna Kulig.
Juan Ignacio
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