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Voto de Marcos B:
8
6,8
181.877
Romance. Drama. Aventuras
Jack (DiCaprio), un joven artista, gana en una partida de cartas un pasaje para viajar a América en el Titanic, el transatlántico más grande y seguro jamás construido. A bordo conoce a Rose (Kate Winslet), una joven de una buena familia venida a menos que va a contraer un matrimonio de conveniencia con Cal (Billy Zane), un millonario engreído a quien sólo interesa el prestigioso apellido de su prometida. Jack y Rose se enamoran, pero el ... [+]
12 de abril de 2012
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Contaba con 16 años cuando acudí al estreno de Titanic. Recuerdo las zonas aledañas al cine, repletas de gente, abarrotando la plaza de los extintos Cines Coca (Valladolid), y ocupando las calles cercanas porque allí no cabía un alfiler. El objetivo era conseguir una de las codiciadas butacas para ver el nuevo trabajo del canadiense, James Cameron.
No había distinción de edades: niños pequeños, adolescentes hormonados (en los que yo me incluía), adultos, ancianos y familias completas. Se palpaba la expectación, el evento, era el acontecimiento cinematográfico más importante del año. Nadie podía intuir aún el éxito a lo largo del planeta que le deparaba al bueno de Cameron. Yo, escéptico rememoraba sus anteriores obras, en las que la ciencia ficción ocupaba prácticamente todo el grueso.
Los Cines Coca por aquel entonces tenían la pantalla más grande de Valladolid. El aforo estaba completo y la expectación era máxima. Cuando se apagaron las luces y los primeros acordes de la partitura de Horner sonaron a la par de las imágenes de archivo de la botadura del Titanic, un escalofrío recorrió mi espalda. Las primeras imágenes submarinas del trasatlántico dejaron mudo al personal, mientras algunos retazos de los ojos de di Caprio, levantaban los primeros grititos histéricos del respetable femenino.
Todo era megalomanía. Todo estaba concebido a lo grande, para conseguir henchir el alma. Tras los 194’ de película el cine rompió a aplaudir. Vi a gente llorando como un bebé. A mí, reconozco se me saltaron las lágrimas y la mueca de idiota que se me quedó se perpetuó hasta bien pasados los títulos de crédito.
Tuve la sensación de haber visto una de las mejores películas de la historia, y desde luego que fue una vuelta de tuerca en mi forja cinematográfica muy importante. El resto es Historia del cine.
(Sigue en spoiler sin revelar nada)
No había distinción de edades: niños pequeños, adolescentes hormonados (en los que yo me incluía), adultos, ancianos y familias completas. Se palpaba la expectación, el evento, era el acontecimiento cinematográfico más importante del año. Nadie podía intuir aún el éxito a lo largo del planeta que le deparaba al bueno de Cameron. Yo, escéptico rememoraba sus anteriores obras, en las que la ciencia ficción ocupaba prácticamente todo el grueso.
Los Cines Coca por aquel entonces tenían la pantalla más grande de Valladolid. El aforo estaba completo y la expectación era máxima. Cuando se apagaron las luces y los primeros acordes de la partitura de Horner sonaron a la par de las imágenes de archivo de la botadura del Titanic, un escalofrío recorrió mi espalda. Las primeras imágenes submarinas del trasatlántico dejaron mudo al personal, mientras algunos retazos de los ojos de di Caprio, levantaban los primeros grititos histéricos del respetable femenino.
Todo era megalomanía. Todo estaba concebido a lo grande, para conseguir henchir el alma. Tras los 194’ de película el cine rompió a aplaudir. Vi a gente llorando como un bebé. A mí, reconozco se me saltaron las lágrimas y la mueca de idiota que se me quedó se perpetuó hasta bien pasados los títulos de crédito.
Tuve la sensación de haber visto una de las mejores películas de la historia, y desde luego que fue una vuelta de tuerca en mi forja cinematográfica muy importante. El resto es Historia del cine.
(Sigue en spoiler sin revelar nada)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Ayer con 15 años más en las espaldas, acudí al reestreno de Titanic. Una sesión al día en los céntricos cines Roxy de Valladolid. Sin duda la mejor pantalla del casco urbano de la ciudad. Nadie abarrotaba la calle ni la cola daba la vuelta a la manzana cómo hace 15 años, pero el más que respetable número de personas que había (sí, yo también) estaban emocionados por el evento. Se respiraba en el ambiente. Mi compañera de visionado y yo nos pusimos nuestras gafas 3D.
Seguidamente logo de la Fox y los primeros acordes de la banda sonora de Horner. Imágenes de archivo en blanco y negro de la travesía inaugural del buque. Mismo escalofrío en la espina dorsal que antaño. Enseguida las imágenes, esta vez digitales, inundan el recinto, atravesando mi retina y adentrándose en mis nervios ópticos para superponerse en mis recuerdos. No habían pasado ni 45’, cuando me di cuenta de que el 3D es magnífico. El trabajo de Cameron y su equipo ha sido ejemplar. Sin duda es la mejor versión convertida a 3D que he visto, y sinceramente gana por goleada a muchas películas que vienen producidas de cuna en 3D. Me vino a la mente La Amenaza Fantasma, recientemente estrenada en formato estereoscópico y se me escapo una risita. Lo del Episodio I es un chiste. Es como si Cameron hubiese pensado en 3D cuando hizo Titanic, pero desgraciadamente no tenía medios para llevarlo a cabo. Que manejo de la profundidad de campo. Que uso más inteligente del formato. Por poner un ejemplo: las imágenes de la cena y fiesta en primera clase son más planas en contraposición paralela a la fiesta en los camarotes de tercera clase, aderezados con música irlandesa. ¡Qué relieves!, que bien trabajado el computo global de la película. He notado un grano más suavizado, pero sin desaparecer. Definitivamente, es James Cameron el dueño de la fórmula secreta del 3D. Otros lo hacen con mejor o peor resultado (esa magnífica La Invención de Hugo), pero el 3D de Cameron no molesta, hace que te olvides de él. Es solo un complemento al servicio del guión y nunca viceversa.
Y sí, 194’ minutos después aplausos en la sala, con alguna lagrimilla escurridiza en la mejilla. Y esta vez como novedad la sala completa cantando a coro el My Heart will go On de Celine Dion.
Me vuelvo a emocionar, déjate llevar y vuélvete a emocionar. Porque películas así, ya no tienen cabida en los cines (sinceramente, reponer Titanic es deficitario para el propietario del cine). Esa épica ya no existe, pero la Obra Maestra sigue indemne, a prueba de generaciones y del paso del tiempo. Una maravilla.
Seguidamente logo de la Fox y los primeros acordes de la banda sonora de Horner. Imágenes de archivo en blanco y negro de la travesía inaugural del buque. Mismo escalofrío en la espina dorsal que antaño. Enseguida las imágenes, esta vez digitales, inundan el recinto, atravesando mi retina y adentrándose en mis nervios ópticos para superponerse en mis recuerdos. No habían pasado ni 45’, cuando me di cuenta de que el 3D es magnífico. El trabajo de Cameron y su equipo ha sido ejemplar. Sin duda es la mejor versión convertida a 3D que he visto, y sinceramente gana por goleada a muchas películas que vienen producidas de cuna en 3D. Me vino a la mente La Amenaza Fantasma, recientemente estrenada en formato estereoscópico y se me escapo una risita. Lo del Episodio I es un chiste. Es como si Cameron hubiese pensado en 3D cuando hizo Titanic, pero desgraciadamente no tenía medios para llevarlo a cabo. Que manejo de la profundidad de campo. Que uso más inteligente del formato. Por poner un ejemplo: las imágenes de la cena y fiesta en primera clase son más planas en contraposición paralela a la fiesta en los camarotes de tercera clase, aderezados con música irlandesa. ¡Qué relieves!, que bien trabajado el computo global de la película. He notado un grano más suavizado, pero sin desaparecer. Definitivamente, es James Cameron el dueño de la fórmula secreta del 3D. Otros lo hacen con mejor o peor resultado (esa magnífica La Invención de Hugo), pero el 3D de Cameron no molesta, hace que te olvides de él. Es solo un complemento al servicio del guión y nunca viceversa.
Y sí, 194’ minutos después aplausos en la sala, con alguna lagrimilla escurridiza en la mejilla. Y esta vez como novedad la sala completa cantando a coro el My Heart will go On de Celine Dion.
Me vuelvo a emocionar, déjate llevar y vuélvete a emocionar. Porque películas así, ya no tienen cabida en los cines (sinceramente, reponer Titanic es deficitario para el propietario del cine). Esa épica ya no existe, pero la Obra Maestra sigue indemne, a prueba de generaciones y del paso del tiempo. Una maravilla.