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Voto de John Dunbar:
5
Fantástico Adaptación del cuento de Roald Dahl sobre una niña que se alía con la Reina de Inglaterra y con un gigante bonachón para impedir una invasión de malvados gigantes que se preparan para comerse a todos los niños del país. (FILMAFFINITY)
18 de abril de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Encontrarse con el Spielberg de las ilusiones, el de la 'magia' hecha realidad, ese creador de arqueólogos aventureros, de seres venidos de tierras lejanas que nos emocionaron hasta lo inconfesable, capaz de devolver a la vida reptiles extintos con los que aterrorizarnos, como lo hiciera mucho antes con un enorme escualo mecánico, tan inmortal éste como la genial música que acompañaba de otro genio eterno como John Williams, con el que desde un año antes, por cierto, empezara a formar una pareja profesional indisoluble, y ver que la ilusión es menos ilusión y la magia menos magia, es poco menos que una decepción; un simple pasatiempo. Es como subirse por primera vez a un superdeportivo y comprobar que no es capaz de pasar de cuarta marcha. Un disfrute a medias, vamos.

Y, es que, a 'Mi amigo el gigante' le pasa algo de esto. El espíritu está ahí, sin terminar de convencer como lo hubiera hecho antes. Seguro. Excepto que se tratase de un fiasco puntual (que ya los ha tenido) y recuperable. Un título que, a su vez, podría servir de alusión para el propio y veterano cineasta, porque, personalizándolo y haciéndolo un poquito mío también -he crecido con él, como tantos otros, así que, le pongo algo de egoísmo y lo hago mío- me pregunto qué le pasa a mi 'amigo' el 'gigante' Spielberg.
Puede que buena parte de la culpa esté en el aspecto que adopta su relato. Antes era capaz de trasladar, sin dudas ni recelos posibles, esa magia, esa ilusión, a grandes y pequeños, sin distinción ni excepción y aquí, parece haberse convertido en un pequeño inconveniente la edad hacia la que el film pone rumbo como barrera infranqueable.
Si volviera a tener diez años o menos, quizá, viviera esta historia de grotescos gigantes de otra manera. Quizá, si volviera a tener diez años o menos, vería la malicia de esos grotescos gigantes de otra manera. Y hasta quizá, si volviera a tener diez años o menos, me causaría más gracia el humor tosco basado en mejunjes capaces de producir gases que hagan despegar de su asiento a quien se los meta por el gaznate.

Pone esmero en centrar toda la atención en la ternura generada a raíz de la complicidad entre sus dos protagonistas; nada malo, la niña Sophie (Ruby Barnhill), encantadora ella, y su amigo el gigante 'BFG' (Mark Rylance), sorprendente él. Una relación de necesidades compartidas, de protección mutua, cada uno en el terreno (mundo) que le compete, en especial para el último, pez chico y grande al mismo tiempo. Y no mucho más entre el tránsito de uno y otro mundo.
Como decía, el espíritu del gran hacedor de sueños sigue estando presente. Ello no garantiza que la fantasía de una tierra remota de gigantes sea apta para maravillar a todas las edades. Tal vez, si volviera a ser niño me dejara fácilmente llevar por el entrañable BFG y sus simpáticos problemas con el lenguaje, encandilarme, sin preguntarme el porqué o el cómo, con la extraordinaria utilización de la luz y el sonido y reír o apenarme cuando toque. Seguro que entraría automáticamente en mi selectiva memoria y de cara a la etapa adulta la recordaría con evidente nostalgia. La mala noticia para el creador de sueños, mi 'amigo' el 'gigante' Spielberg, es que ya no soy un niño. Lástima, por todo lo que implica; esto incluido. Ahora soy un adulto y veo entrañable a BFG, alucino también con los juegos de luces y me rio o me apeno según toque. Pero todo se queda en la superficie. Sin apenas remisión, no hace que profundice lo que debiera la hermosa relación entre BFG y Sophie, de la misma manera en que tampoco entrará en mi selectiva memoria, ni la recordaré con evidente nostalgia.

Quisiera que me hubiera conquistado de igual modo que lo hizo otra historia contemporánea de amenazantes y horribles colosos, aquella sorprendente 'Jack, el cazagigantes' (2013) de Bryan Singer, con gigantes tan realistas o más como la de Spielberg. Ambas con puntos en común, pero solo una parecía una historia de niños contada con la actitud exigible para mayores. O, al menos, esa es la impresión que me ha sabido transmitir.
John Dunbar
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