El genio

Obra menor para muchos, 'Tenebre' es un rompecabezas con todas las señas de identidad del maestro italiano de lo macabro, o lo que es lo mismo, otro desacomplejado disfrute para todos aquellos que promulgamos que un buen giallo al año no hace daño. A pesar de jugar en una liga inferior a 'Suspiria' y 'Profondo rosso' (sobre todo en la parcela de lo estético, algo que aquí parece ser mucho más irrelevante), 'Tenebre' es otro thriller malsano, que por momentos deleita con esa atmósfera irrespirable y cargante propia del giallo y que divierte en cada uno sus eléctricos minutos, todos ellos bien aprovechados. Un clásico 'whodunit' con todas las características de este tipo de cine y sus relamidos tópicos y defectos, que a pesar de todo se constituye como un estimable film de género, bastante por encima de lo que cabría presagiar. Con una presentación de posibles sospechosos (y víctimas) muy por encima de lo habitual, arranca otro juego más de encontrar al culpable mientras brutales asesinatos se van sucediendo (es algo que desde luego no falla aquí). Se reserva su mejor momento en una escena inquietante, extrañamente hermosa, dotada de un extraño toque onírico y ambientación paradisíaca, en la que en tan solo un momento Argento saca a relucir toda su artillería visual y muestra también todo el daño que se puede hacer tan solo utilizando un tacón femenino. Una pequeña joyita que ya justifica por sí sola el visionado de una obra considerada injustamente como menor y en la que quedan patentes sus pretensiones de internacionalización (no en vano se encuentra rodada en inglés y varios de los miembros del reparto son angloparlantes, como el mítico John Saxon, que además realiza una de las mejores interpretaciones). Un punto de partida clásico para un juego repleto de delirantes trampas y donde como siempre, quien mejor se lo pasa es el propio Argento.

El loco

Y es que si algo queda demostrado es que la mente de Argento no parece ser precisamente Disneyland. Una vez más, y para crítica de muchos, la trama se mueve y únicamente parece servir para dar pie a sangrientos asesinatos y consabidas escenas de suspense que todos sabemos como acabarán. Una rehahila de momentos bestias, bizarros, abiertamente freaks, que rezuman gore y en lo que lo mejor de todo sigue siendo la cuidadosa planificación de quien empuña el arma cortante de turno y que por supuesto no sabremos hasta el final. Mención aparte para la escena del hacha y el brazo, un momento que se me quedó grabado a fuego con 13 años de edad y que acabó por "vacunarme" por completo frente al splatter cinematográfico, o la del dobermann capaz de saltar vallas de 2 metros, capaz de provocar tantas risas como angustia. Además, Dario añade al film un toque calenturiento mostrando desnudos gratuitos por doquier que contribuyen a realzar aún más la atmósfera extraña que se apodera en todo momento de la narración.

El artificio

Vale la pena reseñar lo que Argento y muy poquitos más serían capaces de conseguir en tan solo 10 minutos. Los 10 últimos del metraje. Como los buenos magos, se reservan el mejor truco de la chistera para el final. Y es que son tan disparatados cada uno de los tropecientos giros que Dario se saca de la manga en el abusivo y recargadísimo final que uno únicamente puede hacer dos cosas: o silbar y proferir insultos repletos de odio ante el esperpento que acabamos de gozar, o bien reír en voz alta y juntar las manos para aplaudir. Que en la escena final tenga las pelotas de hacer un truco tan burdo, tan kitsch, casi infantil, y salga indemne de ello, es de auténtico juzgado de guardia. Dario nos saca una sonrisa, no solo por haber conseguido sorprendernos, sino por transportarnos a otro cine, a otra época, donde el atrevimiento y el descaro se premiaban con una carcajada colectiva y un sonoro aplauso. Qué pena, o qué alegría (elijan ustedes la opción que prefieran), dejarnos llevar durante 2 horas y permitir que el cine nos haya tomado por bobos.

·LO MEJOR: Su absoluta falta de vergüenza. Las escenas oníricas.

·LO PEOR: Se echa en falta una mayor espectacularidad visual durante todo el metraje.