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Voto de Lafuente Estefanía:
8
Western. Drama. Romance En el verano de 1870, Averill e Irvine terminan sus estudios en la Universidad de Harvard. Veinte años después, viven en circunstancias muy distintas. Averill, más serio y visiblemente más viejo, se ha convertido en un "marshall" federal. Por su parte, Irvine, destruido y arruinado por la bebida, pero todavía en su sano juicio, es miembro de la asociación Stock Growers Agricultores, que está involucrada en un conflicto. (FILMAFFINITY)
4 de diciembre de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El inicio es trepidante. La flor y nata de la juventud del Este se gradúa en la Universidad de Harvard. Es la promoción de 1870 que lo celebra con una gran fiesta que culmina en un baile campestre un tanto mareante por el ritmo tan vivo de los giros. La vida sonríe ante esos jóvenes felices.
Veinte años después las cosas han cambiado. La crisis económica ha empujado hacia el Oeste a muchos de estos licenciados. Tres antiguos compañeros de curso se encuentran ahora en Wyoming: el atildado marshall James Averill (Kristofferson), Billy Irvine (Hurt) borrachín arruinado y un modesto empleado de ferrocarril. En los tres queda un poso de las lecciones de ética que recibieron en su día del reverendo Doctor (Cotten).
Pero mientras Averill se desplaza cómodamente en un lujoso departamento del ferrocarril, los vagones van repletos hasta el techo de familias enteras de emigrantes procedentes de Alemania, Rusia y otros países eslavos. Van dispuestos a alcanzar como sea "La puerta del cielo", la Tierra prometida que para ellos es el sueño americano. Otros van en carretas o a pie en una marcha imparable con imágenes que nos recuerdan la célebre pintura de Pellizza da Volpedo "El Cuarto Estado" (1901).
Portazo, portazo sonoro el recibe esta pobre gente que ignora otro idioma que el suyo materno en cuanto logran asentarse en una mísera cabaña de troncos en el "cielo" de sus sueños. Hambre, hambre es lo que encuentran mientras las reses de los grandes ganaderos pastan libremente junto a ellos.
Algunos robos de ganado hacen que la poderosa Asociación de Ganaderos que lidera el malvado Fank Canton (Waterston), consiga del Gobernador licencia para matar sin juicio previo a "125 ladrones, anarquistas y forajidos". Cuentan para ello con varias docenas de pistoleros entre los que figura Nathan D. Champion (Walken), un hombre iletrado que escribe con grandes dificultades pero con la suficiente sensibilidad para oponerse al proyecto. "Está resultando peligroso ser pobre en este país", asevera, "Siempre lo ha sido" le responderá raudo Averill.
El resto de la trama pueden suponerla. En la parte sentimental, la madame Ella Watson (Huppert) es pretendida por los dos galanes enamorados, Averill y Nathan, ante cuyos encantos duda hasta el punto de no tener inconveniente en compartirlos.
La cinta es espectacular, con una fotografía tanto de exteriores como de retratos sencillamente soberbia, las localizaciones de exteriores, música, vestuario, colorido y ambientación en general como muy pocas veces hemos visto en el cine.
Y el viento de Wyoming. Ese viento que mueve los faldones de las largas levitas y gabardinas de los pistoleros. El viento que llena la pantalla con el humo negro de aquellas viejas locomotoras que hace aparecer y desaparecer a los jinetes súbitamente.
Dentro de lo que es el western el argumento es de lo más original, aunque flojea al llevarlo al guion que se centra demasiado en cuestiones "folclóricas" dejando de lado aspectos verdaderamente interesantes que apenas se rozan. Por ejemplo la amistad que queda de los viejos compañeros de aula, "Eres el único bastardo con el que merece la pena emborracharse", o la inclinación de algunos colonos mejor situados políticamente para abandonar a su suerte a sus colegas de las lista negra de los 125.
Muy interesante la introspección que realiza la dirección en los caracteres de la mayor parte de los protagonistas. Este es para nosotros uno de los puntos fuertes de la obra. Lógicamente destaca por su protagonismo Averill, Nathan sin embargo queda más desdibujado.
Pero el papel estelar está reservado a Ella. Prostituta, sí, pero que tiene claro con quién debe alinearse en el momento clave frente a las dudas de sus galanes. Una vez más la mujer fuerte en el western. Sin olvidar a las emigrantes que en las asambleas decisorias, en idiomas ininteligibles, con sus togas y con sus velos tradicionales, enfervorizan el ambiente y arrancan los temores de sus maridos para lanzarlos a la lucha en la que ellas mismas figurarán en primera línea. Como también hará Ella con su simbólico vestido blanco en el enfrentamiento final. Como escuchamos en cierto momento, "El alambre de espino y las mujeres son los agentes civilizadores más grandes del mundo".
La película es larga, demasiado larga. La dirección a veces se extiende en cuestiones menores, casi de "documental", enlenteciendo el ritmo que resulta al final muy irregular. Dicen que vemos la versión abreviada de la originalmente preparada. Pues bien, aun se quedaron cortos con la poda. El proyecto nos parece demasiado ambicioso, pretencioso tal vez. Hubiera ganado con algo más de modestia.
Muchas críticas comentan la ruina económica del proyecto y de la propia productora cinematográfica. A nosotros nos importa esto bien poco. Estamos ante una gran película, espectacular y brillante, con los defectos apuntados. Un western extraordinariamente original, de visión obligatoria tanto para el amante del género como para el del cine en general. No quedarán defraudados.
Lafuente Estefanía
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