Uno de tantos títulos de cintas que nada tienen que ver con la trama, pues estos apaches mescaleros que en 1879 se levantaron de la reserva de San Carlos en Arizona apenas tienen rifles y muchos deben conformarse con los tradicionales arcos, flechas y lanzas.
Al frente de la rebelión un indio prudente y respetado Victorio, al que secunda su hijo Halcón Rojo, como no impulsivo y temerario. Así le va pues lo apresan los soldados varias veces. Manda a estos otro nervioso y joven capitán, Jeff Stanton (Murphy), que tiene tras de sí el estigma de su padre, también jefe militar que por confiar en los indios sufrió la masacre de sus soldados. Toca pues la película la cuestión generacional entre indígenas y entre militares. Al final se impone, como no, la confianza, el honor y el respeto a la palabra dada. Y es que, como se dice en algún momento, "La realidad puede ser un punto de vista"
La representación femenina corre a cargo de un guapa misionera de la Escuela de Santa Fe, ¿Guilis? (Lawson), que prácticamente pasaba por allí pues queda en un plano muy secundario. Algunos líos con los mineros y con el comerciante de la ciudad y poco más.
En lo quirúrgico la cinta nos permite penetrar en un Hospital militar de campaña, con sus camillas, sus vendajes y su mesa de operaciones. Por cierto que estaban bastante mal dotados de anestésicos, siguen recurriendo al consabido whisky como los vaqueros de las caravanas. En cuanto a los comentarios racistas que empiezan a circular, zanja la cuestión el mismo cirujano militar al comentar: "He tratado a muchos indios y a muchos soldados y cuando uno mira bajo su piel no encuentra diferencias".
Película muy floja, interpretada con desgana donde hay muy poco que destacar. Un poco aburrida.