La cosa ya empieza mal. Una presentación mareante con la cámara danzando el baile de los siete velos mientras asesinan a una pobre chiquilla.
En la acción siguiente tres forajidos enmascarados no tienen otra ocurrencia que asaltar la cantina cuando está hasta arriba de gente. ¿Dónde se ha visto semejante idea? Claro, la palman dos y le cuelgan el mochuelo a Chester (Kinsky) que pasaba por allí. ¿Quién mejor? Pero pronto te das cuenta en la farsa de juicio que sigue que de eso no tiene la menor culpa.
Si quieres seguir adelante viendo el engendro te arriesgas a conocer a un pistolero petimetre, Chester Conway (Garko), un predicador memo e hipócrita, una punta de bobos vestidos de domingo, las señoras de rigor encargadas de preservar las buenas costumbres, un enterrador chino y unos verdugos que se parecen a Tip y Coll.
No pierdan el tiempo y apaguen el receptor cuanto antes. No merece la pena ni el guion, ni la realización, ni la interpretación, ni el desenlace.
Con 37 visionados, 38 con el nuestro, ya hay bastante. Huir.