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Voto de Lafuente Estefanía:
7
Cine negro. Intriga Michael O'Hara (Orson Welles), un marinero irlandés, entra a trabajar en un yate a las órdenes de un inválido casado con una mujer fatal (Rita Hayworth) y queda atrapado en una maraña de intrigas y asesinatos. (FILMAFFINITY)
1 de mayo de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de tantas reseñas como ha merecido Elsa (Hayworth), la Dama llegada a Nueva York después de una larga estancia en Shanghai, nos vamos a centrar especialmente en "Circe", el nombre del barco propiedad de su marido, el experto, rico y cojo abogado criminalista Arthur Bannister (Sloane), que comparte bufete con el enigmático George Grisby (Anders).
Barco en el que se enrola como simple marinero Michael O'Hara (Welles), "Loco caballero errante", al que Elsa ha conocido en una muy poco creíble escena en Central Park y al que enamora de forma fulminante.
Y es que, es nuestra teoría, Elsa es una suerte de Circe. En la mitología griega una hechicera que mediante pociones mágicas hace olvidar a sus enemigos su hogar y su pasado, transformando en inofensivos animales a quienes se oponen a su voluntad. Significativa la presencia de ese perro junto a ella en el lance de Central Park.
Y auténticos perros falderos es lo que Elsa tiene siempre a su alrededor, Michel desde luego incluido, a los que manipula y utiliza en sus egoístas manejos.
El mismísimo Ulises (Odiseo) padeció a la malvada Circe a su paso por la isla de Eea en su viaje de regreso a Itaca, al ver como convertía en cerdos a la mitad de su tripulación que había enviado como mensajeros. Cerdos como los que vemos deambular por las calles del poblado mexicano donde atracó el Circe tras atravesar el canal de Panamá camino de San Francisco.
De los marinos de Odiseo únicamente se salvó del encantamiento el ebrio Euríloco que, sospechando la traición, mandó aviso a su patrón. Tal vez por ello, antes de contratar a Michel los Bannister le preguntaron significativamente "Bebe usted alcohol".
Cine negro de alta factura pero con un guion bastante descuidado. Una cosa es que sea enrevesada la trama y precise más de una visión para completar su comprensión, y otra muy distinta que deje las cosas a medio hacer, con una conclusión precipitada. La misma necesidad de usar y abusar del relato en off confirma este descuido.
Una vez más el genio del director y actor se derrama generosamente en escenas que han quedado para siempre en la historia del cine, como la célebre del juego de los espejos. Pero sin olvidarnos de otras como la del Acuario de San Francisco, con esas imágenes de monstruos marinos al otro lado del cristal donde se refleja el rostro de Elsa-Circe, como un aviso de lo que está por venir.
Genial la fotografía, con sus sombras, luces y contraluces. Esos primerísimos planos del rostro de Elsa en diagonal.
Interpretaciones correctas. Mejor la pareja de abogados que la de los enamorados.
Si al comienzo nos presentan a la Dama que llega de Shanghai, al final el desenlace nos lleva al barrio de Chinatown de San Francisco, con una escena a lo Hitchcock en medio de una representación de teatro chino y de una abandonada atracción de feria.
Película irregular pero que merece verse. Al menos para considerarla desde la perspectiva que planteamos del binomio Elsa-Circe.
Lafuente Estefanía
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