¡Dios (nunca mejor dicho) qué gran bodrio! Es la sinrazón llevada a la pantalla. El mensaje que intenta transmitir es pura basura ideológica, anclado en no sabe qué milenio pasado. Y la realización de la película es el anticine en su más puro estado. Se sea o no creyente, hay películas del género religioso en las que la honestidad del mensaje pretendido las enmarca en un cine serio y creíble. Puedes no creer en las apariciones de la Virgen, pero "La canción de Bernardette" (Henry King, 1943) está escrita y contada de tal forma que entras en la película y durante toda su proyección las emociones fluyen. Después, sales del cine y o te has convertido en mejor católicos o sigues anclado en tu herejía o agnosticismo, pero has visto cine honesto. ¿Qué decir de " Francisco, juglar de Dios" (Rossellini); "Siguiendo mi camino" (Leo Mac Carey); " El festín de Babel (Axel); o la obra maestra " La palabra ( Dreyer) entre tantas otras. Pero esta Cabaña, ¿ qué es? ¿Qué pretende?
Flaco favor a los creyentes, que deberían avergonzarse de que bazofias como estas circulen por ahí como abanderadas de su fe. Pero peor aún para los cinéfilos, quienes sentimos vergüenza propia y ajena en que a cosas como estas se les llame CINE.