El opus inicial de Sam Raimi, EVIL DEAD (en Argentina, DIABOLICO) fue un filme de terror de bajo presupuesto y más ingenio que recursos, bastante visceral y hoy película de culto. Años más tarde, la secuela de aquella película, EVIL DEAD II: DEAD BY DOWN (NOCHE ALUCINANTE para los argentinos) parecía más una parodia que una continuación del original, debido a su desopilante humor y a su inicio, que nos traía al único sobreviviente de la primera entrega, Ash, volviendo a la cabaña donde había soportado tantos padecimientos a manos (es un decir) de fuerzas situadas más allá de la comprensión humana, como si no recordara nada de lo ocurrido allí. Hacia el final, el libro causante de tantos males, el Necronomicon Ex Mortis, transportaba a Ash hacia la Edad Media.

Lo que nos lleva a esta tercera entrega de la saga, mezcla de terror, humor, epopeya y romance. Capturado por los hombres de Lord Arthur, un señor feudal del Medioevo, Ash es identificado como el hombre anunciado por el Necronomicon para encabezar la lucha contra el Mal. El nada quiere saber de esto: lo único que le interesa es regresar a casa. Enterado de que el Necronomicon, que se encuentra en una tierra siniestra y maldita, es la clave para terminar con la seguidilla de posesos, muertos vivos y afines, Ash, cual caballero de resplandeciente armadura en misión santa, parte en su búsqueda... Los hechos: el libro es también la clave para volver a a casa, por eso va en su busca. Cuando, siguiendo instrucciones de un hechicero, llega el momento de pronunciar ciertas palabras antes de apoderarse del Necronomicon, no las recuerda bien. Es el acabóse.

¿Cómo se califica a una película cuyo argumento no tiene pies ni cabeza y ni siquiera es encasillable en determinado género? En este caso, tuve en cuenta que el filme cumple con los requerimientos del género predominante en cada tramo, provocando estremecimiento cuando la trama se desvía más hacia el terror, risa cuando gira hacia la comedia, etc. El clima de Medioevo onírico y tenebroso está recreado con maestría; y Ash, por qué no decirlo, es mi ídolo absoluto. Torpe como el Chapulín Colorado, pero innegablemente emprendedor y práctico, comenzó a lucirse en el filme anterior, cuando se aserraba con una motosierra su propia mano poseída y, tras vendarse, continuaba luchando contra las fuerzas incorpóreas que lo hostigaban. El tipo ya está ducho y ahora no se lo intimida así nomás. Eso de lidiar con muertos vivientes, poseídos y otras yerbas ya es paraél cosa de todos los días.

No es tan diferente del típico hombre de la calle. Nosotros tampoco somos ideales como héroes, tal vez hasta parezcamos chapuceros y caricaturescos en ese rol, pero nos la arreglamos bastante bien enfrentándonos a jefes negreros, gente malhumorada y otros terrores cotidianos tan espeluznantes aunque menos vistosos que los de la ficción...