"Animal de compañía", segundo largo de Carles Torrens tras la muy recomendable "Emergo" (2011), es un pequeño pero matón deleite solo apto para ese espectador kamikaze sin prejuicios devoto del quiebro y requiebro. Un film que camina, sin pudor, del survival más timorato al rape and revenge de cariz psicológico más osado y perverso. Todo ello en una vil reinterpretación de la clásica historia de amor que merodea también las lindes de la toxicidad en una relación y el síndrome de Estocolmo.
La cinta, simiente en más cosas de las que aparenta de la "Múltiple" (2016) de M. Night Shyamalan, articula un gran duelo de índole teatral entre un solvente Dominic Monaghan y una estupenda Ksenia Solo que marcha de la candidez más inofensiva a la malicia más agresiva en un hipnótico viaje sin retorno.
A partir de un momento dado, y como ya se ha recalcado antes, "Animal de compañía" vive del plot twist. Algo en lo que has de entrar de primeras. Si no, difícil. Pero son giros valientes. Y prefiero quedarme con ese valor antes que con el hecho de que algunos entren duros de primeras.
En definitiva, una más que agradable sorpresa "Animal de compañía".