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Voto de Isaac Paskual:
5
Drama Narra la historia de Margaret y Walter Keane. En los años 50 y 60 del siglo pasado, tuvieron un éxito enorme los cuadros que representaban niños de grandes ojos. La autora era Margaret, pero los firmaba Walter, su marido, porque, al parecer, él era muy hábil para el marketing. (FILMAFFINITY)
2 de mayo de 2019
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¿En qué momento Tim Burton perdió la magia?… Porque me niego a pensar que nunca llegó a tenerla. Que todo fue fruto simplemente de algo así como, yo que se, un espejismo. El último atisbo de su magia que yo presencié fue en “Frankenweenie” (2012). Vale que era la adaptación de un corto suyo, por lo que en realidad era magia de las rentas. Pero era magia, ¡qué demonios! No me pidan que recule más en su filmografía, porque ahí si que me pierdo. Y ustedes se preguntarán que a donde quiero llegar con toda esta perorata. Pues es muy sencillo, en “Big eyes” tampoco hay magia. Lo siento. La cinta es a ratos entretenida, e incluso curiosa y sorprendente por lo narrado, pero podría ir firmada por cualquiera.
Rara vez “Big eyes” y Tim Burton van de la mano, para mi (nuestro) pesar. Durante dos tercios de metraje, la chocante historia de esta pintora siempre a la sombra de otro, pide a gritos vivir en el exceso, pero el cineasta de California se empeña en la seriedad y la rectitud. Luego, en el último tercio, al fin Burton se suelta la melena. Pero ya es demasiado tarde, el film se ha transformado en un burdo e irreal sketch de José Mota. En fin, el uno por el otro la casa sin barrer.
Yo no conocía la historia de Margaret Keane, y eso juega a favor del film, que duda cabe. Pero al margen de eso todo lo demás es galbana. Mi única llama durante el desarrollo del film era la curiosidad por ver como acababa el embrollo. Porque, para ser sincero, en el avanzar de la trama Burton y los guionistas demasiado esmero no ponen. Es todo muy de carril. Pero ahora viene el golpe de gracia. Resulta que cuando al fin llega ese acto final que estás deseando, y para el que te han acomodado en la formalidad, resulta que la cosa roza tanto la parodia que ya deja de importarte. El personaje de Christoph Waltz es misteriosamente poseído por el espíritu burlón y sobreactuado de José Mota, y todo se va al traste. “Big eyes” se transforma en un excesivo especial de Nochevieja de Mota, pasándose por completo de frenada. Lo dicho, el uno por el otro la casa sin barrer.
Al final hasta la buena interpretación de Amy Adams queda deslucida. Sabes que hay un torbellino de emociones y sentimientos rondándole, pero estás más pendiente de la pantomima de su marido que de otra cosa.
En fin, “Big eyes” no es una mala película, pero está muy lejos de ser buena. Hay de fondo temas actuales que conciernen a la figura de la mujer, pero ocultos tras la bufonada.
Isaac Paskual
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