Vale, lo reconozco: es una película típica no, tipíquisima; además de estereotipada, superficial y un poco perversa. Pero me entretuvo, y supongo que eso es lo importante. Películas como éstas fueron las que hicieron de Lindsay Lohan (ahora convertida en una Amy Winehouse versión USA, sin ánimo de ofender a nadie, más aún ahora, cuando su fallecimiento es relativamente reciente) una estrella adolescente internacional, a la que las chicas querían y admiraban y con cuya cara se forraban cuadernos y carpetas. A pesar de su juventud, su trabajo es simplemente sensacional, acapara todo el protagonismo de la pantalla; al igual que Rachel McAdams que, a pesar de ser la antagonista, hace una actuación difícil de superar. En cuanto a los demás personajes, ninguno atrae particularmente la atención, aunque he de decir que Lizzy Caplan y Daniel Franzese, que representan a los amigos de la protagonista, hacen reír mucho y fueron sin duda un componente imprescendible para el éxito de la película.