Alex Proyas, el director de culto que firmara “Dark City” o “El Cuervo”, vuelve a ponerse tras las cámaras para continuar explorando el terreno de la ciencia ficción y aportar su toque personal, y lo consigue, con nota.

“Knowing” (o “Señales del Futuro”, otra libre “traducción” para su estreno en España) nos narra la historia de cómo una niña (terrorífica, por cierto) como parte de un trabajo del colegio, aporta su granito de arena a una cápsula del tiempo que no será desenterrada hasta décadas después… Lo que allí introdujo fue un escrito, unas series de números sin aparente sentido, pero que al caer en las manos del hijo de Nicholas Cage y tras mucho esfuerzo y especulaciones comienzan a cobrarlo, un terrible y apocalíptico sentido. Es más, no es casualidad que fuera este niño, y no otro quien recibiera el mensaje de la niña décadas después, todo tiene su por qué.

Muchas son las fortalezas de esta producción, los recovecos de su guión y las mil confusas e inquietantes situaciones por las que conduce al espectador son bien interesantes, las interpretaciones aceptables (incluso Nicholas Cage, pese a su reciente mala racha, está aceptable) y los aspectos técnicos bien correctos (exceptuando algún efecto visual que no desvelaremos pero que es un tanto “cutre” frente a la calidad de otros en este mismo film).

Otro punto de interés, bajo mi modo de verlo, es cómo permiten a los espectadores tejer su propia versión, su propia explicación, tras haber recibido toda la avalancha de datos e imágenes. Este factor viene íntimamente ligado al hecho de tener un final, un cierre de historia, cuanto menos impactante de aquellos que entusiasman u horrorizan a los espectadores, que provocan cualquier sensación menos indiferencia. Para el aquí firmante, eso en cualquier producción representa una gran fortaleza pues favorece la discusión entre los cinéfilos y provoca que la película perdure en la mente de los espectadores.

En conclusión, una película altamente recomendable, muy interesante y que puede incluso traer a la memoria un estilo de ciencia ficción “como los de antes”, cosa muy de agradecer, donde la historia pesa más que los efectos. Proyas vuelve a dar en el clavo.
Enoch