Un drama con algunas buenas interpretaciones, especialmente la de Petra Martínez, con un par de escenas destacables y un retrato de personajes creíble hasta cierto punto pero lastrado por dos factores. El primero, la supuesta novedad visual de huir como sea de la planificación clásica, buscando la incomodidad visual, colocando la cámara para tener a los personajes fuera de plano o mirando directamente al espectador, en escenas con la pantalla dividida. La segunda unos diálogos pretendidamente naturalistas que terminan por cansar y parecer terriblemente artificiosos. La gesta en los Goya ha sido totalmente inmerecida. Está hecha para ganar premios y para los críticos.